Vivimos en un contexto complejo e incierto. En el mundo se están produciendo hechos inimaginables para muchos de nosotros, como la pandemia por la COVID-19 y una guerra en Europa que amenaza con extenderse a otros actores geopolíticos, con las consecuencias económicas que ello implica. A su vez, observamos un avance disruptivo en la tecnología que nos conduce hacia una convivencia cada vez más estrecha en el centro laboral con la inteligencia artificial (IA), una coyuntura económica latinoamericana compleja y un escenario de incertidumbre política local. En ese escenario, las organizaciones deben estar preparadas para adaptarse a las nuevas reglas de juego, para lo cual es imprescindible un cambio.
Las organizaciones ágiles deben gestionar este cambio para adaptarse con mayor rapidez. En palabras de los expertos de la consultora internacional McKinsey, lo ideal es que una organización ágil sea capaz de combinar velocidad y adaptabilidad con estabilidad y eficiencia. La transformación no es fácil, porque existe una resistencia natural de las personas que conforman una organización a cambiar y abandonar su statu quo. Por ello, es necesario una intervención a nivel de la cultura de las organizaciones, impulsada por los líderes, para consolidar el cambio.
Transformarse en una organización ágil implica pasar de un esquema tradicional de toma de decisiones y gestión, centralizado y jerarquizado, hacia otro que promueva la creación de equipos autónomos y empoderados para tomar decisiones rápidas en una dinámica de autoaprendizaje. Estos equipos pueden compararse con las células que, por sí mismas, tienen vida y un nivel de autonomía. Al unirse, dan sentido a los órganos y a otras partes del cuerpo humano. Estos equipos también deben ser capaces de reaccionar de forma independiente y brindar un servicio rápido y eficiente al cliente.
La transformación de una organización, para convertirse en ágil, también implica un proceso que compromete todos sus recursos, como las personas, los procesos, la estrategia y la estructura. En ese sentido, una característica de las organizaciones ágiles es el uso de la tecnología como un pilar fundamental que impulsa el cambio.
Con motivo de la pandemia, gran parte de las organizaciones que lograron sobrevivir tuvieron que pasar por un proceso de transformación digital que les ha permitido reconfigurar sus actividades y adaptarse, de alguna forma, a las nuevas condiciones del mercado. Sin embargo, estos cambios impulsados por una necesidad inmediata de sobrevivencia no garantizan viabilidad a largo plazo por sí solos, en un contexto que cambia dramáticamente.
Se necesita dotar a la organización de agilidad, lo que implica rediseñar su cultura. En palabras simples, hay que cambiar el chip de las personas para que incorporen estos elementos descritos y los usen. ¿De qué sirve dotar de autonomía y empoderar a un grupo de empleados si no pueden tomar decisiones de forma independiente y no existen incentivos para animarlos a asumir los riesgos en el nuevo sistema que se pretende crear? La tarea no es sencilla, pero la transformación en organizaciones ágiles es impostergable para seguir siendo viables a futuro. ¿Tu organización ya completó este cambio? Cuéntanos tu experiencia.
*Oswaldo Morales es docente de la Maestría en Organización y Dirección de Personas
La transformación de una organización implica un proceso que compromete todos sus recursos, como las personas, los procesos, la estrategia y la estructura.
PhD en Estudios Internacionales de Graduate School of Asia Pacific Studies de la Universidad de Waseda, Japón. MBA de ESAN. Maestría en Economía y Regulación de los Servicios Públicos de la Universidad de Barcelona. Maestría en Derecho Empresarial y Abogado de la Universidad de Lima. Director de Educación a Distancia de ESAN. Realizó estudios de diagnóstico de cultura organizacional y clima en empresas de diferentes sectores, propulsor de la importancia de la cultura organizacional como factor determinante en la estrategia de las empresas. Actualmente trabaja en la incorporación de elementos culturales como herramienta de desarrollo en contextos globales.
Las habilidades natas de liderazgo no sirven mucho cuando varios profesionales talentosos compiten para acceder a un puesto gerencial o directivo. La dedicación y el esfuerzo son características más importantes para asegurar el éxito.
A través de su obra El profeta, Khalil Gibran comparte valiosas enseñanzas que podemos aplicar en la crianza de nuestros hijos para animarlos a volar y hacer realidad sus sueños.
Definido por primera vez en 1984, el tecnoestrés consiste en un tipo de estrés generado por la falta de acceso a la tecnología y puede ser muy perjudicial para la salud mental de los más jóvenes. ¿Cómo podemos combatirlo?