La minería peruana tiene tres retos pendientes para revertir el estancamiento en el que se ha mantenido durante los últimos ocho años.
En países como Canadá, Suiza, Australia y otras naciones donde la minería tiene éxito, la visión sobre los recursos naturales es muy distinta a la nuestra. La noción de separar el suelo del subsuelo, es propio de países con pasado colonial, entre ellos el Perú. Los propietarios, así como las comunidades, son dueñas de la superficie territorial, mientras que el Estado es dueño del subsuelo, como lo fue de la "corona". Este rezago colonial aún persiste en las actuales constituciones y en la mente de los principales actores empresariales. Esta es la primera gran diferencia entre los países que tienen éxito con actividad minera y los que no.
Las compañías deben asegurarse de que las comunidades se beneficien de la rentabilidad generada por la minería. Así asumirán como suyos los éxitos de esta actividad.
El recurso mineral nunca es el único recurso. Creer que los minerales o hidrocarburos son la única riqueza de un territorio denota una visión "unimodal" de la naturaleza y de los territorios, pues también hay otros recursos agrícolas, ganaderas, forestales, etc. Si bien los recursos minerales pueden tener mayor precio no siempre tiene el mayor valor. Esta es la segunda diferencia.
Por otro lado, la extracción del recurso natural nunca tiene un "mejor momento". La desesperación por explotar el recurso natural "ahora", bajo el argumento de aprovechar las oportunidades de la demanda y los precios internacionales es parte de la tercera gran diferencia. Si el precio de la onza troy de oro es "alto" depende de tus precios de referencia. Así, si el precio es alto hoy, está en función del precio de ayer, pero no del precio de mañana. Por lo tanto, nunca existe el mejor momento, sino el momento más pertinente. Con ello, si no lo explotas hoy, lo puedes explotar mañana. Después de todo un recurso natural no envejece, no es obsolescente como la tecnología.
Las mineras operan en unidades territoriales reales donde existen poblaciones, recursos y flujos económicos. Cuando un territorio no tiene claridad en sus objetivos de desarrollo, cada uno de sus actores puedes buscar sus intereses particulares. Dicho esto, resulta clave que las comunidades mineras sientan que su calidad de vida mejora gracias a la actividad minera. De esta forma asumirán los logros empresariales como si fueran propios. Esto ocurrió en Estados Unidos y Canadá, donde los pobladores incluso llegaron a ser accionistas de las empresas y ganaron mejores condiciones de vida.
En el Perú hay casos de empresas mineras que recuperaron su inversión inicial en la tercera parte del tiempo que proyectaron al iniciar. Todos los ingresos generados a partir de ese momento incrementaron la rentabilidad de las empresas a niveles inesperados, pero sin impacto en las comunidades vecinas. Por ello, es necesario redefinir los objetivos territoriales y el rol del sector extractivo en las zonas donde operan.
En cuanto al ámbito estatal, existen mecanismos como el canon minero que permiten al Estado recibir parte de los ingresos generados por la minería. Lamentablemente los primeros balances no son muy prometedores debido a que las instituciones públicas, desde los ministerios, gobiernos regionales y locales, no estaban acostumbrados a gestionar tantos recursos. Esta situación, sumada a la falta de claridad respecto al desarrollo de los territorios, hicieron que los recursos, derivaran en muchos casos de corrupción.
El éxito de muchas compañías aún se define por la rentabilidad de sus inversiones, sin considerar los beneficios o perjuicios socioambientales generados con su actividad. Toda empresa que establece como objetivo principal la generación de dinero será presa de sus propios resultados. Recordemos que la crisis del sistema financiero mundial, ocurrida en 2008, respondió a la desmedida ambición de los actores principales.
Todo libro sobre economía la define como una ciencia para administrar recursos escasos y satisfacer necesidades en la sociedad. Ahí radica el verdadero sentido por el que se crea toda empresa. Debemos empezar a medir a las compañías por los beneficios que generan a las comunidades de sus zonas de impacto más que por los ingresos generados por la extracción de minerales.
Durante más de diez años, el departamento de Cajamarca tuvo al tercer productor mundial de oro. Hoy se encuentra entre las cinco regiones más pobres del país. Lo mismo sucede en otros departamentos del sur, como Apurímac y Cusco. Solo al priorizar los beneficios sobre las comunidades, en lugar de la rentabilidad, podrán integrarlos mejor en la actividad minera y solucionar los conflictos socioambientales que frenan el desarrollo del sector. ¿Cómo generar esta integración? Compártenos tu opinión.
Las compañías deben asegurarse de que las comunidades se beneficien de la rentabilidad generada por la minería. Así asumirán como suyos los éxitos de esta actividad.
Ph.D. in Management Sciences, ESADE-Ramon Llull, Barcelona - España. Ha sido Gerente de proyectos de las Naciones Unidas. Oficial para los temas económicos y políticos de la Embajada Suiza. Director Ejecutivo de la Escuela Mayor de Gestión AECI. Profesor ordinario de la Universidad ESAN.
A pesar del crecimiento macroeconómico que registró el Perú en los últimos veinte años previos a la Covid-19, las brechas sociales no han disminuido. ¿Cómo puede la minería ayudarnos a revertir este panorama?
El primer paso para institucionalizar la minería peruana es reconocer el avance de la gestión socioambiental en la actividad minera del país. Asimismo, se necesita establecer un lenguaje común entre el Estado, la empresa y la sociedad.
Los modelos de gestión minera en el Perú deben actualizarse para aprovechar mejor el potencial de la tecnología moderna e involucrar más a las comunidades en los beneficios económicos de la actividad.