En los últimos veinte años previos a la Covid-19, el Perú ha registrado un crecimiento económico significativo con un 5,2% promedio anual. A pesar de este buen desempeño, el país todavía presenta una brecha muy grande en cuanto a la desigualdad económica y social.
El gran desafío del sector extractivo en el Perú es adoptar un modelo de gestión empresarial más sostenible que le permita virar el rumbo que hemos transitado los últimos años. De lo contrario, seguiremos acumulando pasivos ambientales y conflictos sociales. Y, lo que es peor, se incrementaría la brecha de desigualdad, que es el combustible deseado por los grupos radicales.
La sostenibilidad de un modelo de crecimiento económico implica que este contribuya, de manera intencional, a que el ingreso anual de la población en situación de pobreza crezca por encima del promedio per cápita. Por ejemplo, en un país cuya economía crece a una tasa anual de 6% y registra USD 6000 per cápita anual, las personas en situación de pobreza deberían incrementar sus ingresos por encima de los USD 500 al mes, que es aproximadamente S/60 diarios.
¿Qué sucede en el Perú? Durante muchos años, hemos manejado un modelo de crecimiento económico bajo la idea de que, en algún momento, el crecimiento económico empezaría a generar pequeños beneficios que favorezcan a la población en situación de pobreza. Sin embargo, en estos últimos veinte años, no se ha obtenido el resultado esperado.
Los resultados económicos de un país que adopta un modelo de crecimiento sostenible contribuyen de manera significativa a mejorar la calidad de vida de la población. La evidencia nos muestra que, más allá de ver solo el aspecto de ingresos monetarios, existen dos motores claves en la movilidad social: la educación y la salud. Además, el crecimiento sostenido requiere cuidar los recursos que generan el crecimiento, lo que implica un mayor respeto por el medioambiente y los recursos naturales, pues muchos de estos no son renovables.
La consecuencia de este modelo es que departamentos como Cajamarca, Cusco y Apurímac, que fueron sedes de importantes proyectos de minería e hidrocarburos, después de veinte años siguen preocupando por sus altos niveles de pobreza. Una mirada simple a los resultados podría generar también una opinión simple como “donde hay actividad extractiva se genera pobreza”, lo cual es incorrecto.
El empresariado peruano necesita ser consciente de la importancia de un crecimiento sostenible y no tener a la rentabilidad como el principal indicador de éxito. Si el indicador de éxito empresarial incluyera los impactos sociales -como la cantidad de empleos generados, los servicios brindados o los impactos ambientales- el balance de la actividad empresarial sería más real y, estoy seguro, más gratificante.
El modelo de crecimiento económico no incluye la perspectiva territorial. Se siguen usando indicadores de crecimiento como el Producto Bruto Interno (PBI), la inflación y el desempleo de manera agregada a nivel nacional. Si se midiera la actividad empresarial por la contribución en el territorio donde opera, los indicadores combinarían dimensiones sociales, ambientales y económicas. Además, aumentaría el interés por dejar activos, antes que pasivos mineros en el territorio.
El tercer obstáculo es la mentalidad de la población beneficiaria. Existe un sector de la población que ha creado un estilo de vida dependiente de donaciones, apoyos y beneficios, ya sea de programas sociales del Estado o del sector privado. Estas personas esperan que sus problemas sean resueltos por el Estado o las empresas. Esta mentalidad dependiente se ha incrementado los últimos años a tal punto que van perdiendo su capacidad de iniciativa y autonomía.
La minería cumple un rol fundamental en el desarrollo sostenible del Perú. Podemos dividir la actividad económica del Perú en tres grandes sectores: el extractivo (minería e hidrocarburos), el industrial (producción de bienes) y el microempresarial (producción de bienes y servicios en poca escala). En nuestra historia, el sector de mayor productividad siempre ha sido el extractivo. Por lo tanto, el Perú, desde mi punto de vista, siempre será un país minero.
En ese sentido, el desafío es lograr que el sector extractivo se convierta en un motor para el desarrollo de los otros dos. La actividad minera debe convertirse en un impulsor de los procesos de actividad industrial y servicios en los territorios donde opera, a través de cadenas verticales y horizontales de coordinación empresarial. La articulación entre gremios empresariales en los territorios es crucial.
Es necesario añadir como reto una mayor integración de la población al modelo de agentes económicos. Las experiencias exitosas en otros países como Canadá o Estados Unidos nos enseñan que es clave incorporar a la población al modelo empresarial, lo cual es diferente a convertir a la población en beneficiarios.
Incorporar a los pobladores al modelo y la mentalidad de agentes económicos implica un cambio en la forma de relacionarnos. No obstante, también requiere un cambio en nuestra percepción de quienes son y reconocer que, siendo propietarios individuales o colectivos de sus territorios, deben tomar decisiones como agentes económicos sobre sus recursos naturales.
Existen tres medidas claves que deben tomarse para adoptar un crecimiento económico más sostenible. La primera es convertir al sector minero en un modelo de desarrollo sostenible y gestión territorial con mejores indicadores de impacto.
La segunda medida es vincular a la actividad minera extractiva con la industrial regional o local, y a la microempresa en el territorio donde opera.
La tercera es llevar adelante una campaña de educación ciudadana que contribuya a cambiar la mentalidad de la población e invitarla a buscar soluciones a sus problemas de manera proactiva, en vez de depender tanto de los programas sociales.
El crecimiento sostenible de un país implica contar con un empresariado con nueva mentalidad, mejorar la calidad de vida de la población y tener comunidades menos dependientes.
Ph.D. in Management Sciences, ESADE-Ramon Llull, Barcelona - España. Ha sido Gerente de proyectos de las Naciones Unidas. Oficial para los temas económicos y políticos de la Embajada Suiza. Director Ejecutivo de la Escuela Mayor de Gestión AECI. Profesor ordinario de la Universidad ESAN.
El primer paso para institucionalizar la minería peruana es reconocer el avance de la gestión socioambiental en la actividad minera del país. Asimismo, se necesita establecer un lenguaje común entre el Estado, la empresa y la sociedad.
Los modelos de gestión minera en el Perú deben actualizarse para aprovechar mejor el potencial de la tecnología moderna e involucrar más a las comunidades en los beneficios económicos de la actividad.
En la minería es necesario tener objetivos territoriales claros, proyección a largo plazo y priorizar los beneficios para la sociedad en vez de enfocarse solo en el volumen de inversión o la rentabilidad empresarial.