El concepto de sostenibilidad cobra cada vez más importancia al interior de las organizaciones públicas y privadas alrededor del mundo. Sin embargo, muchas caen en el error (o la tentación) de considerar, por ejemplo, a la filantropía, la caridad o cualquier campaña de marketing como parte de una gestión organizacional sostenible.
En el caso de las organizaciones privadas, es decir, las empresas, solo deben considerar como elementos de la sostenibilidad corporativa todas aquellas decisiones y acciones que directamente ayuden o coadyuven a alcanzar los objetivos organizacionales, siempre que esas decisiones y acciones cuenten con el respaldo societal. Esto se conoce como legitimidad y se refiere a la aprobación o el respaldo que diferentes stakeholders le dan (o no) a las actividades u operaciones que cualquier empresa realice.
Por ende, para ser legítima, una empresa debe primero asegurarse no solo de no generar ningún impacto en detrimento de la sociedad, sino también demostrar que su accionar es beneficioso para esta, lo que se entiende como generación de valor (compartido). Una fuerte legitimidad es clave porque puede impulsar, de forma directa, la competitividad de las empresas y, así, alcanzar la sostenibilidad corporativa.
La sostenibilidad corporativa puede resumirse como un enfoque de gestión de negocios que busca generar valor organizacional, toda vez que genera valor societal. Para ello, primero debe identificar con claridad una serie de riesgos y/o amenazas que podrían limitar, afectar u obstruir sus objetivos organizacionales.
Las acciones de sostenibilidad corporativa deben alinearse a las expectativas y necesidades de la sociedad donde actúa la compañía, según sea el nivel de necesidades, requerimientos y expectativas detectados.
Por ejemplo, una compañía minera que quiera operar y extraer minerales debe considerar su relación con las comunidades localizadas en su zona de influencia directa, ya que de estas depende la legitimidad de sus actividades (entendido en algunos casos como "Licencia Social"). En ese contexto, iniciativas por parte de la compañía como apoyo técnico agrícola, desarrollo de cadenas productivas locales, fomento del emprendimiento comunitario, construcción de infraestructura como canaletas de regadío y/o programas de educación nutricional son actividades que generan valor para las poblaciones del área de influencia, por estar alineadas a sus necesidades, requerimientos y/o expectativas. En consecuencia, la empresa minera, al reforzar su legitimidad, podrá realizar sus actividades siempre y cuando garantice que su presencia y accionar tampoco implicarán, por ejemplo, daños al medioambiente como polución del agua o del aire.
Bajo esa misma óptica, la empresa minera también debe asegurarse de garantizar la adecuada utilización y gestión de los recursos confiados por sus inversionistas, pues de ellos depende gran parte de su capacidad operacional y competitividad. Precisamente, son los enfoques de gestión continuos y proactivos, como los ya mencionados, los que pavimentan el camino hacia la sostenibilidad corporativa. Por consiguiente, la generación de valor compartido es el resultado de una mirada holística y responsable del negocio. No obstante, una mirada holística y responsable requiere de un mapeo exhaustivo del entorno y el contexto en el cual operan las empresas.
Para ser sostenible, se requiere de un profundo entendimiento del contexto político, económico, social, tecnológico, legal y ambiental, lo que se conoce como el análisis PESTLE. De esta forma, la empresa puede identificar tendencias (preferencias y hábitos de consumo, etc.), amenazas externas (aspectos regulatorios, desempeño de la competencia, etc.), temas medioambientales (contaminación ambiental y degradación de ecosistemas, etc.) y/o diversas manifestaciones sociales (huelgas, marchas. bloqueos, etc.). Al respecto, la historia ha demostrado que los modelos de negocio que responden de manera eficiente y efectiva a las múltiples tendencias, amenazas y oportunidades de su entorno son los que tienen posibilidades más altas de devenir en organizaciones sostenibles.
Lamentablemente, en el Perú, como en otros países latinoamericanos, la sostenibilidad corporativa se ha convertido en una especie de "monedita de oro", pues vemos como ciertas acciones corporativas son frecuentemente presentadas como sostenibles cuando muchas de estas, en la realidad, no lo son. Para no cometer ese fatal error, es importante que la organización sea capaz de diferenciar entre lo que quiere hacer, lo que realmente puede hacer y lo que debe hacer para evitar caer en intenciones vacías (wishful thinking) o lo que es aún peor, prácticas de lavado verde o greenwashing.
Específicamente, el greenwashing se entiende como una técnica por la cual una empresa proyecta y/o vende la imagen de ser sostenible con el medioambiente cuando en realidad no lo es. "Parecer" sin "ser" pues conlleva a enormes riesgos organizacionales, porque es antiético y falaz. Al respecto, existen múltiples casos de organizaciones cuyas prácticas de lavado verde fueron puestas en evidencia por lo que dichas entidades perdieron su reputación y su valor bursátil para, en muchos casos, desaparecer para siempre. Por eso, resulta imperativo que las organizaciones comuniquen exclusivamente lo que estén en capacidad de demostrar que fue hecho.
Para maximizar el número de empresas genuinamente sostenibles, se debe contar con reportes de sostenibilidad corporativa que crecientemente demuestren el valor compartido generado y que este se traduzca en indicadores de gestión cuantitativos específicos, en data cualitativa o una combinación de ambos. Es decir, la sostenibilidad corporativa se labra haciendo, demostrando y comunicando. Bajo esa premisa es que surgieron los reportes de sostenibilidad, para fungir como el vehículo comunicacional entre la empresa y sus stakeholders. Sin embargo, muchos de sus detractores arguyen que algunos reportes de sostenibilidad son usados como meros mecanismos de relacionamiento público o marketing, distorsionando así, su primigenia razón de ser.
Por el contrario, un reporte de sostenibilidad serio y transparente demuestra el nivel de compromiso de la organización que lo emite con su comunidad y el Gobierno, tanto en lo económico, lo ambiental como en lo social. Por tanto, es la percepción societal de ese compromiso lo que puede fortalecer o debilitar la legitimidad y competitividad de una empresa. En otras palabras, la sostenibilidad corporativa debe entenderse como una generación de rentabilidad responsable de largo aliento.
Las acciones de sostenibilidad corporativa deben alinearse a las expectativas y necesidades de la sociedad donde actúa la compañía, según sea el nivel de necesidades, requerimientos y expectativas detectados.
Ph.D. en Organization and Management por la University of New South Wales (UNSW), Australia (becario UNSW). Master in International Development (Sustainability Major) por la University of Pittsburgh, EEUU (becario Fulbright). Posee más de 20 años de experiencia laboral. Fue Jefe de Desarrollo Sostenible en Alicorp donde se enfocó en temas medioambientales como la gestión del agua y energía, abastecimiento sostenible y optimización del tratamiento de residuos sólidos y reciclaje. También, ha sido Jefe de Operaciones para Sodexo Perú y Sodexo Argentina, destacando entre sus labores la gestión logística en sitios remotos y el desarrollo de cadenas productivas sostenibles. Adicionalmente, se desempeñó como consultor senior para el Mincetur como parte del plan de mejoras de gestión operativa de empresas turísticas de Arequipa y Lambayeque. Ha sido docente en programas de pregrado, posgrado y educación ejecutiva en USIL, UPC, ESAN y UNSW.
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