El Perú ha pasado de ser un país con una balanza comercial alimenticia deficitaria -en más de US$ 2,000 millones- a ser uno con una balanza positiva de US$ 3,000 millones que se aportan a la economía nacional. Esto es fruto de haber generado competitividad para que el mundo vea al Perú como una oportunidad y que invierta en lo que más le importa; es decir, en nuestros recursos naturales.
Sin embargo, en política agraria, hay un tema pendiente: la pequeña y mediana agricultura. En eso se debería centrar el Estado y hay señales de que se va por ese camino al nombrarse el 2013 como Año de la Inversión en Desarrollo Rural y Seguridad Alimentaria y al haberse aumentado el presupuesto para el sector en 150%.
Una verdadera política agraria no es meterse a trastocar o a cambiar las reglas de juego de la agricultura comercial, la cual ha generado que la balanza comercial sea hoy positiva. Debemos apuntar a los pequeños y medianos productores que no se han podido enganchar al círculo virtuoso del crecimiento económico y que requieren de políticas públicas específicas para su desarrollo.
Fruto de la nefasta reforma agraria es que hemos heredado una agricultura totalmente minifundista, lo que no quiere decir que los campesinos no tengan una salida. Vemos que hay ejemplos suficientes en el país de cómo los pequeños y medianos agricultores que trabajan de forma organizada tienen una posibilidad de progresar. Por ejemplo: Los agricultores con no más de 1.5 a 2 hectáreas de café hoy exportan más de US$ 300 millones; los productores de cacao exportan más de US$ 180 millones; la comunidad de Querocotillo, Piura, vende babano orgánico al exterior; los pequeños agricultores de la selva están demostrando competitividad en palma aceitera, etc. Es así cómo se deben centrar los esfuerzos de la política agraria.
El Ministerio de Agricultura con estos recursos adicionales ha tomado el reto de solucionar uno de los elementos vitales que es el trato del agua, al haberse puesto S/. 1,000 millones para hacer los pequeños conductos, represas y medios de conducción de agua a las pequeñas parcelas. Es un acierto que ojalá no quede en el papel.
Los programas como el de compensación para la competitividad, que funciona en tres gobiernos, hoy se llama Agroideas, y es otro de los elementos puntuales que debe enfatizar la política agraria pues se trata de llevar el capital inicial para la organización de los campesinos, para que puedan constituir sus asociaciones económicas productivas.
¿Qué le falta al olivo para que no tenga el desarrollo del café, por ejemplo? Lo que pasa es que en el café tenemos cooperativas que han formado centrales y consorcios, pero en el olivo vemos que todos son pequeños y que no quieren dar esos pasos para formar cooperativas. El Perú es un país olivarero, tenemos todo el sur que produce aceitunas; si logramos que en los planes de negocio de los productores de Moquegua, Arequipa y Tacna se incorpore la capacidad gerencial se podrán formar modelos asociativos, con lo cual, su despegue estará garantizado.
¿Qué medidas específicas debe ejecutar el Estado para apoyar a la pequeña y mediana agricultura?
Estudios doctorales en Massachussets Institute of Technology – MIT. Profesor principal en Economía, Director del Instituto de Desarrollo Económico. Ha sido Director de Proyectos del BID y del Banco Mundial, jefe de gabinete de la alta dirección del Ministerio de Agricultura y asesor del Ministro de Economía y Finanzas Consultor de empresas del sector agropecuario, forestal, textil, construcción y comercio internacional.
Si bien el sector agrícola tuvo un buen desempeño durante el 2018, es necesario innovar en la producción y buscar nuevos mercados en la región. Asimismo, se deben contemplar nuevas fuentes de financiamiento para las pequeñas y medianas empresas.
Los agronegocios en el Perú han logrado un avance destacable en los últimos años pese a que aún se encuentran lejos de un crecimiento óptimo como sector. Si se quiere ganar mayor competitividad es necesario que la actividad agrícola no se limite a ser únicamente extractiva.