Desde la campaña electoral y en el Gobierno actual, se ha hecho énfasis en que la salud en el Perú está privatizada y se le considera como una causa de las deficiencias en el sistema nacional de salud, así como del limitado acceso de la población a servicios de salud de calidad. ¿Qué tan cierto es eso?
Las cifras oficiales de los últimos años siguen revelando que lo público es lo predominante en el sistema nacional de salud, aunque también muestran que el sector privado tiene el nivel de participación que se describe a continuación.
El término privatización suele relacionarse con la idea de que las empresas privadas, nacionales o extranjeras, se convierten en dueñas de entidades estatales que brindan servicios públicos. Así ocurrió con el servicio de telefonía en la década de los 90, que antes estaba a cargo de la estatal Compañía Peruana de Teléfonos. Sin embargo, ninguna empresa privada se ha vuelto propietaria de los centros de salud u hospitales públicos en Perú hasta la fecha.
El sector privado de salud es asociado sobre todo con las grandes clínicas, las compañías de seguros, los laboratorios farmacéuticos y las cadenas de farmacia. Bajo ese concepto, comúnmente no se incluye al médico o profesional de salud que ejerce de forma independiente, ni a la botica del barrio, ni tampoco a los ciudadanos.
En la teoría internacional, la participación del sector privado en salud puede abarcar tres dimensiones: el financiamiento, la organización/gestión y la provisión de la atención de salud. En ese contexto, se incluye a: las empresas privadas, sean clínicas grandes o pequeñas, cadenas de farmacia o boticas de barrio, a los profesionales independientes y también a la misma ciudadanía. De esta manera, se generan diferentes grados de participación privada en los sistemas nacionales de salud.
La Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) muestra que, antes de la pandemia (2019), 21 % de la población con algún problema de salud buscó atención en servicios públicos y solo 6.5 % en un centro de salud particular, 18.5 % lo hizo en farmacias. Además, desde hace una década, más del 50 % no busca atención en ningún establecimiento, entre otras razones por lejanía, desconfianza, mala calidad de atención, o por no necesitarla o por usar remedios caseros y . ello se incrementó hasta 70 % durante la pandemia.
De otro lado, según la Superintendencia Nacional de Salud (Susalud), en el 2019, el 94 % de casi 49 millones de consultas en el país fue atendido por servicios públicos y 6 % por el sector privado (EPS). En cuanto a hospitalizaciones y emergencias, la atención en los servicios públicos también fue lo más frecuente. En el 2020, a pesar de las restricciones por la pandemia, igualmente la atención pública fue mayoritaria.
Por lo tanto, en la demanda atendida, la atención pública es la principal, sin embargo, existe una muy significativa demanda no atendida ni por servicios públicos ni privados.
La transformación digital del sector debe integrar de manera transparente los subsistemas de salud, estandarizar procesos, unificar la información de salud de cada ciudadano, incrementar la cobertura y garantizar la continuidad de su atención.
En términos de oferta, el sistema de salud del país está fraccionado en cinco subsistemas: cuatro de naturaleza pública (Minsa/Gores, Essalud, FF. AA. PP. y otros) y el subsector privado, con grandes limitaciones en su articulación. El Registro Nacional de Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud (Renipress) cuenta un total de 23 897 Ipress, entre hospitales, centros, postas de salud y servicios médicos de apoyo, con el 60.5 % de ellas en el sector privado.
A esta mayor oferta privada en apariencia, se contrapone la distribución de camas de hospitalización, cuyo 66 % se ubica en los servicios públicos de salud. . Igualmente, el 95 % del recurso humano asistencial y administrativo labora en los servicios públicos, aunque no se encuentra distribuido de manera óptima.
Respecto a la participación privada en los servicios públicos, existen tres modalidades:
Por lo tanto, en el rubro de oferta y gestión, predomina lo público, con un componente de participación privada de la propia ciudadanía, más que de empresas privadas.
Según INEI, al 2019, el gasto público alcanzó el 61 % del total del gasto en salud del país. Del 39 % restante, que es el gasto privado, gran parte proviene del bolsillo de los mismos ciudadanos, producto de la compra de medicamentos en las farmacias privadas ante su no disponibilidad en las farmacias públicas.
A junio de este año, la Enaho-INEI mostró que el 75 % de la población está afiliada al aseguramiento público (SIS o Essalud), 20 % no posee ninguna cobertura de aseguramiento y menos del 5 % de la población dispone de un seguro privado. En números absolutos, hasta el 2020, Susalud registró 33 429 062 personas afiliadas a algún seguro de salud en el país (91.8 % de ellos en modalidad pública).
Por lo tanto, en el rubro de financiamiento predomina lo público, coexistiendo con una menor participación privada constituida por el gasto de bolsillo de los ciudadanos.
Los datos mostrados lo permiten afirmar puesto que existe un predominio del componente público en las tres dimensiones: financiamiento, oferta/gestión y provisión de la atención de salud. Sin embargo, también confirman que el sistema de salud no funciona de manera adecuada y requiere correcciones relevantes, entre ellas, el mejoramiento de la gestión pública.
Resulta inadmisible que, a lo largo de las últimas dos décadas, se haya desaprovechado el incremento sostenido de recursos públicos hasta en 1000 % que ahora superan los S/ 20 000 millones del presupuesto anual en salud. Un claro ejemplo es que, cada año se ejecutan S/6 de cada S/10 asignados a inversión pública en salud, sin usar un 40 %, siendo catastrófico para las necesidades de la población. Factores coadyuvantes son la corrupción en sus diferentes formas en los tres niveles de Gobierno, así como la rotación constante de funcionarios y, en varios casos, sus limitadas competencias.
Urge un shock de gestión, empezando por la transformación digital del sector, que articule e integre de manera transparente los subsistemas de salud, estandarice procesos, unifique la información de salud de cada ciudadano, incremente la cobertura y garantice la continuidad de su atención. En paralelo, debe desarrollarse la gestión del cambio cultural/organizacional, que incluya resensibilizar al personal de salud sobre los valores y principios éticos, y elimine la tolerancia a "roba, pero hace obra" en sus diferentes grados y, sobre todo, a nivel micro.
Es importante ser muy conscientes que los resultados de los cambios serán progresivos a mediano plazo y, que la clase política y dirigencial del país, sea de izquierda o derecha, deberá estar dispuesta a tolerar. ¿Qué otros cambios hacen falta? Déjanos tu opinión.
La transformación digital del sector debe integrar de manera transparente los subsistemas de salud, estandarizar procesos, unificar la información de salud de cada ciudadano, incrementar la cobertura y garantizar la continuidad de su atención.
MBA por ESAN con mención en Finanzas y médico-cirujano de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Con 32 años de experiencia profesional en salud, a niveles público y privado, incluyendo la gestión integral de proyectos de salud y desarrollo social; 22 de ellos en el diseño, implementación, gestión y evaluación de innovaciones con Salud Digital en Perú, Panamá, Colombia, Paraguay y Ecuador, incluyendo la docencia en gestión de salud digital. Participó activamente en la implementación y expansión nacional e internacional de ALERTA, la primera Red de Salud Digital para Vigilancia de Enfermedades de alcance nacional y de mayor vigencia.
Docente de posgrado en salud desde el 2001. Actualmente es docente en gestión de salud digital en la Universidad ESAN y la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
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