Es necesario que la equidad de género se plantee como un eje más de la segunda reforma agraria que aún está pendiente de concretarse en el Perú. Ello implica una labor a mediano y largo plazo para cambiar la mentalidad del sector.
El reto a corto plazo del nuevo ministro de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), Andrés Alencastre, quien asumió el cargo el 7 de junio último, es asegurar la compra y entrega de los fertilizantes. Sin embargo, a mediano y largo plazo debe impulsar el desarrollo de políticas concretas que permitan solucionar otros problemas graves en el sector, como las promesas pendientes de cumplir en el marco de la segunda reforma agraria.
Si queremos abordar la segunda reforma agraria, debemos remontarnos a octubre del 2021, cuando se anunció una nueva política agraria y se establecieron diversas leyes para su implementación. Pasado el tiempo, debemos reflexionar sobre lo avanzado para que puedan tomarse medidas que vayan más allá de la enumeración de leyes.
Se establecieron nuevos ejes que definieron el rumbo que tomaría el sector. Estos fueron seguridad alimentaria, asociatividad y cooperativismo, infraestructura hidráulica, Servicio Civil Agrario (SECIGRA), industrialización rural, mercados de productores y compras estatales, articulación intergubernamental e intersectorial en el territorio, repoblamiento ganadero y crédito desde un banco de fomento agrario.
No obstante, la información disponible evidencia las brechas de desigualdad de género en el sector agrario. En ese sentido, podría, y debería, haberse propuesto e incluido un eje que permita implementar e impulsar medidas concretas para el cierre de esas brechas.
En una de sus últimas reestructuraciones, el MIDAGRI tuvo la iniciativa de crear la Dirección de Promoción de la Mujer Productora Agraria, encargada de promover la participación de la mujer en el sector. Sin embargo, esta medida no es suficiente, ya que se requiere una política seria y precisa a todo nivel para concretar las estrategias y la dotación de presupuesto.
Los siguientes datos recogidos en el IV Censo Nacional Agropecuario del 2012 respaldan esta necesidad. Las productoras agropecuarias tienen un promedio 1.8 hectáreas de tierras agrícolas, mientras los hombres de la misma condición tienen tres hectáreas. En ninguna región, las mujeres tienen más hectáreas de tierras agrícolas que los hombres. Del total de productoras agropecuarias, solo el 6.4 %, que equivale a 44 245 mujeres, gestionaron un crédito.
Existen más datos que no se alcanzan a mencionar en este artículo, pero invito a revisar las publicaciones relacionadas con el tema. Dos ejemplos son Perú: Brechas de género, 2017: Avances hacia la igualdad de mujeres y hombres, publicado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), y La situación de las mujeres rurales en el Perú, elaborado por Karem Escudero Letona con la colaboración de Roxana Ramírez Palacios (Asociación Servicios Educativos Rurales, Perú).
En definitiva, la brecha es muy amplia y debe iniciarse por alguna medida concreta. Una de estas fue destinar S/30 millones para el empoderamiento de la mujer rural e indígena. La medida se anunció en diciembre del 2021, pero aún no se ha definido su implementación. Es una gran oportunidad para marcar un hito y dar inicio a un proceso de cambio que ubique a las productoras en primer lugar, con la consciencia de su aporte al desarrollo de la acgricultura familiar. Nunca es tarde para empezar.
A pesar de los datos debidamente especificados en los documentos mencionados, el aseguramiento de la equidad de género en el sector agrario no solo implica iniciativas o un tipo de lenguaje concreto. Se trata de un tema mucho más profundo y que implica un cambio de mentalidad a todo nivel.
Un cambio en la dirección de un sector implica un nuevo impulso y un reinicio que, en algunos casos, provoca ciertos retrasos propios del acomodamiento inicial. Sin embargo, también es una grandísima oportunidad para dar continuidad a lo que ya se venía haciendo bien, reorientar las debilidades identificadas y tomar acciones, observar a temas antes no considerados y centrar nuestra visión en las productoras, campesinas, agricultoras y madres que juegan un papel fundamental y no siempre reconocido.
El sector agrario necesita una solución inmediata a la escasez de fertilizantes y las diversas brechas que ya se conocen, pero no debemos permitir que la equidad de género sea el eje perdido de la segunda reforma agraria. ¿Qué medidas deberían tomarse para mejorar esta situación? Déjanos tu opinión.
* Jorge Sandoval es docente en el Programa de Especialización para Ejecutivos (PEE) en Agronegocios de ESAN.
La información disponible evidencia las brechas de desigualdad de género en el sector agrario. Ante ello, debería incluirse un eje que permita impulsar medidas concretas para cambiar la realidad.
Magister en Gestión Pública por la Universidad San Martín de Porres. Licenciado en Administración de Empresas por la Universidad de Piura. Asesor Principal de la Comisión Agraria del Congreso de la República. Ex Director Ejecutivo del Programa de Compensaciones para la Competitividad – AGROIDEAS, del MIDAGRI. Experiencia en planificación y proyectos de inversión pública y privada. Generación y ejecución de planes de negocios y proyectos de reconversión productiva a nivel nacional. Con especialización en enfoques transversales para el desarrollo local y gerencia de clúster. Experiencia docente en la Maestría de Agronegocios de la Universidad ESAN, Liderazgo y Gestión Agropecuaria en la Universidad UTEC. Formulación y Evaluación de Proyectos y Planes de Negocios con la Universidad Nacional de San Martín. Gestión de Agronegocios en la Escuela Latinoamericana de Desarrollo de la Agricultura. Actual director de Proyectos de Blue Consulting.
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