La convulsión política y social en países como Chile y Bolivia muestran posibles escenarios a los que podría llegar el Perú, a corto plazo. Además de crecimiento económico, se necesita una política social efectiva para no llegar a esos extremos.
Cuando José Matos Mar esgrimió su frase "desborde popular", se refería a los profundos cambios que estaba viviendo el Perú durante la República y al reconocimiento de una "sociedad de rostro plural, urbano, migrante, provinciano, policlasista, emprendedor, multilingüe y multiétnico, que había surgido como una presencia masiva del Perú discriminado y olvidado en el mundo urbano". En ese contexto, el mundo urbano representaba lo citadino, los directos beneficiados de los servicios del Estado, centralista por naturaleza.
El nuevo "mundo urbano", en el actual contexto latinoamericano, todavía se concentra en las grandes ciudades de nuestros países, aún con tendencias centralistas, y comprende a esa élite de la población que se ha beneficiado directamente del crecimiento económico. Se tiene acceso a servicios de salud, educación y un estatus de vida de alto nivel, ofrecidos de forma privada a quienes tienen los recursos para pagar costos que suelen ser muy onerosos e imposibles de afrontar con sueldos mínimos.
El "mundo olvidado y discriminado" ya no proviene solo de las zonas rurales, sino que se ha concentrado en las ciudades, ha constituido un conglomerado de personas que subsisten a duras penas y no han visto una mejora significativa en su calidad de vida. Por el contrario, observan que el encarecimiento de los servicios públicos aumenta cada vez más sus diferencias con la élite. También existe un porcentaje importante de migrantes, pero ya no solo de las provincias locales, sino provenientes de países vecinos donde la situación económica y la seguridad son aún más precarias.
Hoy, esa presencia masiva "olvidada y discriminada" por el "mundo urbano" se manifiesta de igual modo en todo el continente y amenaza con derribar el orden establecido, que no responde más al beneficio de las mayorías. Por el contrario, ha fracasado en su intento de lograr una paz social que vaya de la mano con el crecimiento económico.
Necesitamos un mayor involucramiento de la sociedad civil, a través de sus intelectuales y líderes.
Ha llegado el momento de repensar los modelos económicos que dominaron a la región durante los últimos años y reconocer que no han sido capaces de lograr un desarrollo económico que alcance a todos. En lugar de ello, se ha beneficiado a un grupo reducido de personas y se ha generado una mayor desigualdad.
Ponemos especial énfasis en la "igualdad de las personas", porque la academia sueca que entrega el Premio Nobel de Economía acaba de galardonar a los científicos sociales Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer, por sus trabajos experimentales orientados a disminuir la pobreza, con un enfoque centrado en reducir las desigualdades en una sociedad, como sucede con el acceso a la educación y la salud.
En una de sus propuestas experimentales, en un barrio de Marruecos, demuestran que, a pesar de que el acceso al agua potable puede hacer una mejora significativa en la calidad de vida de las personas, el problema no radica en el agua, sino en los trámites burocráticos tan engorrosos, que no permitían a las familias pobres gozar del beneficio por su incapacidad de pasar esta barrera. El problema de los trámites burocráticos ha sido tratado en nuestro país con amplitud en las obras de Hernando de Soto.
Muchas soluciones de sentido común, propuestas por científicos sociales galardonados, ya habían sido mencionadas por otros estudiosos sociales como Michael Cernea, en su obra Primero la gente. Variables sociológicas en el desarrollo rural. En ella, analiza las razones por las que muchos proyectos de cooperación internacional, promovidos por el Banco Mundial, fracasaron por ignorar la opinión y participación de los protagonistas, es decir, de los propios beneficiarios, así como de las instituciones formales e informales.
La realidad demostró, en casos como el de Chile, considerado modelo de prosperidad en la región, que medidas macroeconómicas como el PBI son importantes reflejos de un crecimiento general de la economía de un país. Es probable que, en términos económicos y considerando determinadas cifras, incluso se haya reducido la pobreza. Aun así, los hechos también muestran que, tras esas cifras, existe una realidad más cruda.
Por un lado, existe un aumento de las desigualdades entre las personas y la reducción de beneficios sociales a la población en general. Por otro lado, tenemos una clase media que debería haber sido el motor económico de la nación, pero que, sin embargo, es vapuleada con sueldos miserables, pésimos servicios de salud y de educación, entre otros aspectos negativos.
Es importante impulsar el crecimiento de la torta económica para que todos, como ciudadanos, nos beneficiemos. Si las ganancias se concentran en un grupo privilegiado y no existen mecanismos para una mejora de la sociedad en general, incluyendo los más pobres, construiremos una bomba social que amenaza con explotar en cualquier momento.
Las opciones de izquierda también fracasaron de manera rotunda en la región, al carecer de una política que permita expandir la economía, y ahuyentaron a la inversión privada. Así, lograron que sus políticas económicas perjudiquen, sobre todo, a los más pobres. Existen élites de dirigentes políticos y empresarios advenedizos que se benefician, pero la población en general sufre las consecuencias de las malas decisiones.
El caso de Venezuela es el más crudo ejemplo de fracaso de este modelo en la región y ha provocado el masivo éxodo de su gente. También tenemos otros países con tendencia de izquierda como Bolivia que, amparados en sus riquezas naturales, buscan mantener su sistema ante la aparente estabilidad macroeconómica. Sin embargo, ya dan muestras de descontento popular ante los casos de corrupción y la decisión de sus líderes de mantenerse en el poder.
En el Perú, el panorama aún es incierto, con los recientes hechos políticos, como la disolución del Congreso, que tenía una de las tasas de desaprobación más altas de los últimos años. Ello no significa un cambio para la mejora económica social a mediano plazo. La izquierda local reclama un rol protagónico en el cambio de Constitución y modelo económico, pero decide sacrificar sus propias ideas al fusionarse con grupos políticos contrariamente opuestos a sus ideales, con tal de sobrevivir y participar en las próximas contiendas electorales.
Ante este panorama, pareciera que el cambio de modelo económico no vendrá, a corto plazo, propuesto con argumentos robustos por parte del sector político. Necesitamos un mayor involucramiento de la sociedad civil, a través de sus intelectuales y líderes. También se requiere que la academia deje su cómoda posición de observadora neutral y tome partido por un rumbo nacional, a puertas del bicentenario. La solución está en nosotros mismos, pero debemos atrevernos a tomar las riendas de nuestro propio destino y no esperanzarnos en la figura de un mesías político que nos salve.
Es momento de que los jóvenes y la población civil levanten sus demandas de forma constructiva y contribuyan decididamente a lograr un mejor país. Sin duda, se necesita crecimiento económico, pero también una política social que procure reducir esa desigualdad que amenaza con crecer de forma exponencial ante cualquier mejora en el PBI. ¿Qué acciones deben tomarse para lograr estos objetivos? Déjanos tu opinión.
Necesitamos un mayor involucramiento de la sociedad civil, a través de sus intelectuales y líderes.
PhD en Estudios Internacionales de Graduate School of Asia Pacific Studies de la Universidad de Waseda, Japón. MBA de ESAN. Maestría en Economía y Regulación de los Servicios Públicos de la Universidad de Barcelona. Maestría en Derecho Empresarial y Abogado de la Universidad de Lima. Director de Educación a Distancia de ESAN. Realizó estudios de diagnóstico de cultura organizacional y clima en empresas de diferentes sectores, propulsor de la importancia de la cultura organizacional como factor determinante en la estrategia de las empresas. Actualmente trabaja en la incorporación de elementos culturales como herramienta de desarrollo en contextos globales.
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