En un artículo anterior señalé que la alternancia en el poder de los partidos Demócrata y Republicano en los Estados Unidos, con bases, intereses y programas de desarrollo diferentes, ha sido uno de los pilares de su progreso y de tener una sociedad con una clase media grande.
El partido elegido, Republicano o Demócrata, una vez en el poder, aplicaba los programas y defendía los intereses de los grupos que los respaldaban, mientras el perdedor efectuaba una oposición férrea, pero tolerante de la decisión mayoritaria. De esta forma, en unos años se beneficiaban unos grupos y luego otros, construyéndose una clase media amplia y balanceada.
En el Perú esto no sucede así. El programa con el que salió elegido Alberto Fujimori proponía reducir la inflación en forma gradual con el menor costo social (empleo e ingresos) y productivo posible. Una vez en el poder, el presidente Fujimori aplicó un programa de shock que disminuyó el empleo y afectó los niveles de ingreso y la vida de la mayoría de la población. Su segundo periodo mejoró la situación macro, pero dejó insolutas las disparidades de ingreso y empleo de la población.
Los siguientes gobiernos, tanto el del presidente Toledo en el 2001, como el del presidente García en el 2006, surgieron con el respaldo de los votos de la clase media y popular, proponiendo el crecimiento con rostro humano y el cambio social. Sin embargo, una vez en el poder, priorizaron los intereses de los segmentos de ingresos más altos del país. Los primeros meses del gobierno del presidente Humala aparentan transitar también en esa dirección.
¿Qué hace que, en nuestra democracia, los gobiernos elegidos con respaldo de las clases medias y populares cambien sus programas y apoyen con mayor énfasis los intereses de los grupos de mayores ingresos? ¿Qué consecuencias ha traído ésto en el país?
La primera respuesta es la falta de tolerancia. Hay sectores a los que no les interesa sino solo su bienestar individual, sin importarle el resto de la sociedad. No pueden tolerar la aplicación de programas e ideas que los puedan afectar. No llegan a ver que para construir nación otros también deben prosperar e integrarse a la vida nacional y que las políticas públicas son justamente el instrumento para lograr esos balances; impiden entonces, se resisten, amenazan, obstruyen, combaten y utilizan todos los medios posibles para evitar la dación de políticas públicas que favorezcan los intereses de los demás.
Los gobernantes elegidos y pocos seres humanos tienen la convicción tan fuerte y pueden en realidad ser capaces de resistir tanta mala intención y el temor a la desestabilización y fracaso de sus gobiernos. Terminan por lo tanto claudicando y volteándose a los intereses de los grupos que los eligieron, a cambio que puedan concluir sus mandatos, algunos con la esperanza de que aún con esas limitaciones, algo puedan hacer para los más necesitados.
La consecuencia de esta práctica política de la mayoría de gobernantes del siglo XX y lo que va del XXI, con honradas excepciones, es que al no haber alternancia en el poder que defienda intereses opuestos y diferentes, la sociedad crece mucho más desigual y explosiva.
La clase de bajos ingresos resulta ser cada vez más grande y la clase alta acumula más poder y riqueza, aunque en magnitud es pequeña. La clase media se achica hacia la clase baja o se expande levemente hacia sí misma, sin conseguir crecer mayormente.
Si el Perú desea ser un país estable, con una clase media grande y fuerte, debe aprender como los Estados Unidos, donde dos partidos con intereses y grupos de base diferentes se alternan en el poder, cada uno ejecutando los programas que favorecen a sus gentes. Si bien en el corto plazo, unos ganan en un periodo y pierden en otro, la sociedad en una mirada histórica crece más pareja e incluyente.
¿Cree usted que un modelo bipartidista de gobierno podría tener éxito en el Perú?
Profesor Principal y Director del Centro de Propiedad Intelectual, Competencia, Consumidor y Comercio (CEPIC) de la Universidad ESAN. Ha sido Consultor en UNCTAD, Ginebra, Presidente de Directorio de INDECOPI, Vocal de la Sala de Defensa de la Competencia, entre otros. Ph. D. por Cornell University.
El Perú es un país muy rico en biodiversidad que, lamentablemente, no está aprovechando totalmente tal condición. Dadas estas características es preocupante que exista -a nivel global- una corriente que pretende imponer un modelo de desarrollo agroindustrial basado en los transgénicos, que apunta hacia la commoditización de las plantas y productos agrícolas, y que puede dañar la biodiversidad con peligrosos efectos en la salud.