Ante la ampliación de los períodos de confinamiento obligatorio en todo el mundo, para reducir la propagación del COVID-19, WhatsApp permite mantener la comunicación y empíricamente ayuda a reducir la ansiedad, la preocupación y hasta la intolerancia.
En tiempos de pandemia, redes sociales como Facebook y WhatsApp son criticadas por ser canales de desinformación, histeria e, incluso, desborde social. Su uso creció hasta 50 % con relación a la etapa previa, sobre todo, entre jóvenes de 16 a 30 años. Si bien, tal descontrol es real en parte, igualmente cierto es que WhatsApp, la aplicación con mayor aumento de uso, permite sobrellevar el tiempo de aislamiento social obligatorio.
Perú registra 40 millones de celulares distribuidos entre más de 32 millones de peruanos. Con la penetración del internet móvil en aumento, el uso de WhatsApp por grupos de 10, 20 o 30 personas permite activar, mantener e incrementar lazos de amistad y de familia, al igual que profesionales y laborales, teletrabajo incluido.
Tengo compañeros de colegio, egresados hace más de 35 años, con más de 50 años de edad, con canas o calvicie, incluso con nietos, y varios fuera del país (Chile, Bolivia, Estados Unidos, Canadá, México). Hace más de una década, nos comunicábamos por Yahoo Groups. Ahora, nos mantenemos literalmente "enlazados" por WhatsApp, bajo terapia grupal virtual, diaria y hasta horaria, con 200, 300 y hasta 500 mensajes en pocas horas.
Por momentos, es incontenible el flujo de chistes, anécdotas, fotos del recuerdo, recetas e infinidad de memes y fake news, además de acertijos y comentarios subidos de tono (son varones, por cierto). También se prioriza el tiempo para una cadena diaria de oración, pidiendo por la mejora de la salud de varios familiares.
Mediante Hangouts Meet organizamos una telerreunión masiva y nocturna para brindar a la distancia, cada uno en su hogar, desafiando el toque de queda. Compartimos el pasado, presente y futuro, con felicidad o con seriedad, según lo amerite. Superamos hasta 6000 kilómetros para vernos las caras, orgullosamente trajinadas no sólo por el tiempo.
A través de WhatsApp, profesionales médicos con más de medio siglo de edad, residentes en Lima u otras ciudades de Perú y el mundo, comparten el estrés diario de hacer frente al enemigo invisible en las salas de urgencia, de hospitalización o de operaciones. El mismo arremete con la humanidad, llevándose vidas, a veces del modo más vil imaginable y sin inmutarse, como si de un ajuste de cuentas se tratara.
Asimismo, se comparten innumerables notas y papers internacionales sobre tratamientos en investigación, descripción de casos clínicos y otra información médica para análisis rápido, incluida sobre la situación peruana, hasta ahora no tan crítica, además de fake news. Se organizan conferencias virtuales, mediante aplicaciones como Zoom, con autoridades nacionales y expertos internacionales que alcanzan hasta mil participantes
A nivel empírico, WhatsApp demuestra su valor para sobrellevar el aislamiento y eliminar barreras para abrazarse, de manera virtual, en tiempos de virus.
En este grupo, se trasluce la notoria y obvia preocupación por el mayor riesgo de contagio y por la incertidumbre del futuro cercano, debido a lo misterioso que aún se muestra el enemigo. Eso sí, también existe espacio para memes y bromas, al igual que para buenas noticias y felicitaciones por los avances realizados, que bajan la tensión y la adrenalina por igual.
En medio del estancamiento laboral que atraviesan la mayoría de países, WhatsApp se ha convertido en una herramienta para coordinaciones de trabajo remoto y aclaraciones o discusiones rápidas sobre los avances realizados. También se emplea para informarse o, por el contrario, desinformarse con los fake news circulantes. Por supuesto, siempre existe espacio para reírse y pasarla bien con el envío de innumerables memes.
"Una pena entre dos es menos atroz", frase premonitoria de Angélica Zapattini, la grandilocuente consejera del amor interpretada por Esmeralda Checa en la década de 1980 ... y entre 10 o 20, de seguro mucho más llevadera. Para los peruanos en el extranjero, con familiares delicados de salud, WhatsApp les permite permanentemente sentir el apoyo virtual de los amigos; también les genera alivio, al informarse continuamente sobre la situación de sus familiares en el Perú, que no es tan complicada como la que ellos viven de cerca.
Si se es un profesional de la salud, es genial recibir el ánimo de sus colegas de grupo para enfrentar las adversidades o las felicitaciones por el esfuerzo desplegado cada día. Quizás sentirse orgullosos, sabiendo que al menos en este caso, el país sí está dando batalla, aunque falte mucho para cantar victoria.
Para los residentes en el Perú, WhatsApp permite disfrutar de largos y gratos momentos, o eventualmente serios, siempre con espacio para la divergencia de opiniones. Si por momentos, se trasluce pesimismo o indicios de pánico, la participación grupal la mitiga y logra que renazca la esperanza, con la risa de por medio como panacea.
La avalancha de mensajes funciona como válvula de escape. Los usuarios interactúan un buen rato o se reincorporan a conversaciones virtuales prolongadas. Se enganchan con los recuerdos y las experiencias compartidas, a la vez que comparten memes o escriben diversas ocurrencias.
Ningún miembro de estos grupos, en sus años escolares o universitarios, soñó con disponer de WhatsApp para comunicarse con mucho mayor alcance y velocidad que su teléfono fijo o los de monedas o "rines", provistos por la antigua Compañía Peruana de Teléfonos (CPT). Su acceso a Internet ocurrió recién en la última década del siglo pasado.
No exento de desinformación, el uso grupal de WhatsApp es regulado por el propio grupo, de manera voluntaria o involuntaria, aunque a veces la responsabilidad recae solo en algunos miembros. A nivel empírico, demuestra su valor para sobrellevar el aislamiento y eliminar barreras para abrazarse, de manera virtual, en estos tiempos de virus. ¿Usas WhatsApp en tu rutina diaria? Cuéntanos tu experiencia.
A nivel empírico, WhatsApp demuestra su valor para sobrellevar el aislamiento y eliminar barreras para abrazarse, de manera virtual, en tiempos de virus.
MBA por ESAN con mención en Finanzas y médico-cirujano de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Con 32 años de experiencia profesional en salud, a niveles público y privado, incluyendo la gestión integral de proyectos de salud y desarrollo social; 22 de ellos en el diseño, implementación, gestión y evaluación de innovaciones con Salud Digital en Perú, Panamá, Colombia, Paraguay y Ecuador, incluyendo la docencia en gestión de salud digital. Participó activamente en la implementación y expansión nacional e internacional de ALERTA, la primera Red de Salud Digital para Vigilancia de Enfermedades de alcance nacional y de mayor vigencia.
Docente de posgrado en salud desde el 2001. Actualmente es docente en gestión de salud digital en la Universidad ESAN y la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
La creación del nuevo ministerio constituye una propuesta del Gobierno actual para cerrar la brecha de infraestructura que afronta el Perú en las últimas décadas. Sin embargo, cabe cuestionarse si esta medida tendrá el impacto deseado.
En los últimos 15 años, las políticas de gobierno han planteado de manera reiterada la participación del sector privado en el desarrollo social del país, incluido el sector salud, cuya situación aún es crítica. Casi el 100 % de los 9000 puestos, centros de salud y hospitales públicos presentan una inadecuada capacidad instalada y principalmente han sido manejados bajo gestión pública. Urge la mejora de su gestión, siendo una alternativa la mayor participación del sector privado, vía las asociaciones público-privadas (APP).
En los últimos meses se ha publicado mucha información sobre la inteligencia artificial (IA) y sus aplicaciones en diversos campos como la salud. Se pronostica que el mercado global de IA en salud podría ascender hasta los USD 222 billones para el 2031. ¿Cuán factible es su implementación para mejorar los servicios de salud en el Perú?