Sin embargo, hace pocos días el Banco Mundial ha publicado una importante recopilación de trabajos sobre el tema (E. Sinnott, J. Nash y A. de la Torre; Beyond Booms and Busts: Natural Resources in Latin América and the Caribean) cuya lectura recomiendo a los interesados. Revisando trabajos de investigación sobre diferentes países de la región y lo ocurrido durante las últimas crisis, el libro llega a la conclusión de que -lejos de ser una maldición- la existencia de abundantes recursos naturales ha permitido y a veces ha incrementado las tasas de crecimiento. Regresando a la pregunta inicial, la respuesta hoy sería: sí, pero bajo ciertas condiciones.
¿Cómo se llegó a la teoría de la maldición de los recursos naturales? Ciertamente sobre la base de la evidencia de ciertos elementos negativos que, por lo general, acompañan a la explotación de los commodities. En primer lugar, por la capacidad de generar rentas importantes, en particular en el caso de los minerales y los hidrocarburos, lo cual ocasiona cuando menos dos problemas: en el período de alza de los precios se produce un ingreso masivo de recursos que tiende a apreciar la moneda local frente al dólar (¿le suena familiar no?) y por otro se desestimula la diversificación hacia actividades de mayor complejidad productiva.
En segundo lugar, los precios internacionales de las materias primas son volátiles. Por lo tanto, los ingresos fiscales que estos generan son por lo general inestables y deben ser administrados con prudencia y visión de largo plazo. En el caso de países como el Perú es necesario tener presente que los minerales y los hidrocarburos son recursos no renovables, por lo tanto las rentas que produce su explotación deberían convertirse en otras formas de capital. Olvidarse de esta premisa sin duda lesionará los intereses de las generaciones venideras.
Por último, la explotación de recursos naturales puede generar impactos negativos focalizados en las áreas donde se encuentra la materia prima, afectando a las poblaciones circundantes y generando conflictos durante la ejecución de los proyectos. La experiencia demuestra cada día con más claridad que la única vía razonable es la adecuada evaluación de los impactos a fin de asegurar su mitigación y la eventual compensación a quienes resulten afectados.
A pesar de los riesgos arriba mencionados, el documento del Banco Mundial -luego de revisar evidencia empírica y econométrica- concluye que si la maldición existe no es ni tan fuerte ni inevitable. Más bien afirma que "la evidencia empírica recopilada indica que la abundancia de recursos naturales no limita ni tampoco promueve desproporcionadamente el desarrollo económico".
Existe todo un abanico de medidas de política que permiten mitigar los impactos negativos del crecimiento basado en la explotación de los recursos. Por razones de espacio en esta nota mencionaré tres de ellas.
a) Fondos de estabilización. Bajo la premisa de que los recursos provenientes de los recursos naturales son altamente volátiles, se requiere contar con mecanismos que permitan guardar para la época de vacas flacas y al mismo tiempo mantener una política fiscal anticíclica. Estos fondos han tenido buenas experiencias en varios países de la región. En otros fueron eliminados luego de haberse constituido por discrepancias entre las fuerzas políticas.
b) Fondos soberanos. Se trata de instrumentos un tanto más sofisticados que permiten reducir la presión sobre el tipo de cambio invirtiendo en activos fuera del país.
c) Fondos tecnológicos. Se crean con el fin de mejorar la productividad de las economías introduciendo nuevas tecnologías mejores prácticas en la gestión de empresas.
En síntesis, la experiencia reciente en América Latina indica que algunos países, lejos de sufrir la maldición de los recursos naturales, han desarrollado experiencias exitosas al aprovechar los períodos de bonanza y mitigar los efectos negativos del ciclo económico. Nuestro país ha tenido también su cuota de buenas prácticas en materia de política fiscal.