En el Libro Anual de Reservas de Hidrocarburos 2010 figuran: 12.5 TCF (trillones americanos de pies cúbicos) de reservas probadas, 10.6 TCF de reservas probables y 20.6 TCF de reservas posibles. Siendo la masificación un proceso de largo plazo resulta válido trabajar con las cifras de probadas y probables, lo que en nuestro caso da un total de 23.1 TCF.
Por el lado del consumo, desde que se inició la producción de gas en el 2004 se ha consumido 0.57 TCF. Es bastante probable que el consumo se incremente a futuro debido a la expansión de la red así como a los programas de masificación del uso. Sin embargo, sobre la base de la información anterior podemos afirmar que contamos con gas suficiente para cubrir las necesidades de por lo menos 40 años.
Si tenemos gas suficiente, ¿qué nos falta para masificar su consumo? En primer lugar, infraestructura de transporte (gaseoductos) y distribución que llegue a las principales ciudades. Para ampliar la infraestructura de transporte se puede convocar a empresas privadas y encargarles la construcción mediante un contrato de concesión mediante el cual recuperarán su inversión como se hizo en el caso de Camisea durante el 2000.
Alternativamente se le puede encomendar a Petroperú la construcción y operación del ducto como se hizo en el Oleoducto Norperuano en la década del setenta. También se puede encargar la obra a un consorcio público - privado, lo que permitiría reducir la inversión correspondiente al Estado y también aprovechar la mayor experiencia del sector privado en la construcción de este tipo de obras.
Por último, nos queda la financiación. A manera de ejemplo: para llevar el gas desde Camisea hasta Ilo se requiere aproximadamente US$ 3,000 millones. Para lograr el financiamiento se necesita contratos de venta de gas (take or pay) por períodos de 10 a 20 años. Si no existe mercado suficiente, como es el caso del sur del país, una opción es la exportación de gas natural bajo la forma de LNG (gas natural licuado).
En el lado negativo tenemos el aumento de la inversión con una planta de LNG, cuyo costo es de otros US$ 3,000 millones. En el lado positivo debemos tomar en cuenta que Brasil y Uruguay, para no hablar del tema sensible de Chile, demandan LNG y tienen plantas regasificadoras operando o en etapa de construcción.
Así se puede recuperar una inversión mayor en infraestructura y sentar las bases para la masificación del gas en las zonas remotas (cuatro millones de personas en Cuzco, Puno, Arequipa, Moquegua y Tacna). Si descartamos la exportación, las únicas opciones de financiación son el Tesoro Público, contraer la deuda pública o una combinación de ambas. Cabe la pregunta: ¿resulta adecuado que el Estado se endeude para construir y operar un gaseoducto que podrían construir y operar empresas privadas?
Masificar el consumo y exportar no son, como algunos afirman, políticas contrarias sino complementarias. Al asegurar la rentabilidad de la infraestructura principal, el Estado puede cumplir su rol de desarrollar la infraestructura secundaria e iniciar programas que permitan aumentar el consumo y llegar a poblaciones de bajos ingresos.
Además, la exportación estimula la exploración y el desarrollo de nuevas reservas. No olvidemos que tenemos 20.6 TCF de reservas posibles que con mayor inversión se deben convertir en probadas y probables. En síntesis, para masificar el consumo de gas natural hay que invertir en infraestructura y para financiarla se necesita mercado.
Mientras éste no tenga la dimensión requerida, sólo se podrá contar con inversiones mediante la exportación en paralelo al crecimiento progresivo del mercado interno. Gracias a Dios tenemos reservas de gas suficientes para acometer ambos frentes. No dejemos que barreras ideológicas detengan el desarrollo del gas en el país.
¿Qué posibilidades le ve usted a la masificación del consumo interno de gas natural?