La semana pasada se difundieron los resultados del Índice del Progreso Social Mundial (IPSM) 2019. En este estudio global, cada país recibe un puntaje, según su desempeño, en aspectos como el cubrimiento de necesidades básicas, las condiciones materiales para el bienestar y el acceso a oportunidades.
Tenemos buenas noticias: Perú ha mejorado su puntaje de progreso social desde el 2014. La intuición nos diría que, al mejorar las condiciones de vida, la felicidad también crecería en la misma medida, pero eso no ha sucedido. Desde el 2013, la ubicación de Perú en el ranking del World Happiness Report (elaborado por Naciones Unidas) viene cayendo de manera continua. Una preocupante paradoja.
Esta situación puede ser explicada por la ineficiencia para transformar recursos en resultados sociales, ineficiencia que vemos repetirse en diversos ámbitos del país. Por ejemplo, el Global Innovation Index revela que el Perú ha retrocedido la generación de innovaciones (patentes, publicaciones científicas y productos creativos), pese a la mejora sostenida de las condiciones para innovar (infraestructura, capital humano, financiamiento, etc.).
En el contexto peruano, el concepto de felicidad incluye satisfacciones de corto plazo y otras de largo plazo. La oferta local se enfoca, casi de manera exclusiva, en las primeras.
Por lo tanto, debemos entender el progreso social como una condición necesaria, pero no la única, para ser feliz. Las empresas pueden impulsar la materialización de la felicidad en el país, pero no solo como acciones de responsabilidad social, sino como estrategias de marketing. Este tipo de estrategias han demostrado ser altamente rentables, al punto que marcas como Coca-Cola han desarrollado internamente centros de investigación enfocados en felicidad.
El primer paso es entender qué significa la felicidad en el contexto peruano. Estudios de psicólogos peruanos como Reynaldo Alarcón, Jorge Yamamoto, Rolando Arellano y quien escribe, así como los realizados en diversos centros de investigación, revelan que nuestra felicidad incluye satisfacciones de corto plazo y otras de largo plazo. El quiebre yace en que la oferta local se enfoca, de manera casi exclusiva, en las de corto plazo.
Las satisfacciones de largo plazo representan oportunidades aún sin aprovechar. Por ejemplo, las universidades licenciadas por la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu) usan esta condición para captar nuevos postulantes, pero no para fomentar satisfacciones de orgullo entre alumnos y exalumnos, pese a ser potenciales recomendantes de la marca y posibles clientes de posgrado, a futuro. Por el contrario, los alumnos de las universidades con licencia denegada son los que más se han integrado, a raíz de este resultado.
Otro hallazgo interesante sobre las satisfacciones de largo plazo es que sus significados varían entre segmentos de mercado y entre regiones del país. Por lo tanto, las estrategias de marketing orientadas a la felicidad difícilmente pueden importarse o copiarse. Implementar estrategias de marketing de felicidad es un camino de mucho compromiso, sin embargo, las organizaciones enfocadas en responder a la realidad del mercado (y menos presionadas por las jerarquías organizacionales) son aquellas donde los trabajadores son más felices. ¿Qué estrategias orientadas a felicidad de los peruanos se le ocurren? Déjanos tu opinión.
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Bibliografía
Arellano, R. (18 de marzo de 2019). La felicidad de los peruanos. El Comercio.
World Happiness Report. (2019). World Happiness Report 2019.
En el contexto peruano, el concepto de felicidad incluye satisfacciones de corto plazo y otras de largo plazo. La oferta local se enfoca, casi de manera exclusiva, en las primeras.
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