Hace 25 años, la Asamblea General de la ONU declaró el 13 de octubre como Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres y transformó esta fecha en un espacio para desarrollar actividades mundiales que permitan aumentar el grado de sensibilización en torno a este tema. Esto con el fin de concienciar a los Gobiernos y a la opinión pública a que tomen medidas encaminadas a minimizar los riesgos.
Han pasado cuatro años desde que la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR) lanzó la campaña Sendai Siete 2016-2022, que consiste en incorporar en las agendas de desarrollo las siguientes metas:
Reducir la mortalidad mundial causada por desastres.
Reducir el número de personas afectadas por desastres en el mundo.
Tratar de reducir las pérdidas económicas causadas por los desastres.
Reducir los daños causados por los desastres en infraestructuras vitales y la interrupción de los servicios básicos, como las instalaciones de salud y educativas, incluso desarrollando su resiliencia para el 2030.
Incrementar el número de países que cuentan con estrategias de reducción del riesgo de desastres en los ámbitos nacional y local para el 2020.
Mejorar la cooperación internacional que complemente las medidas adoptadas en el país hacia el 2030.
Incrementar la disponibilidad de los sistemas de alerta temprana sobre amenazas.
Los Gobiernos nacionales y locales, la academia, los grupos comunitarios, las organizaciones civiles, el sector privado y las entidades internacionales debemos entender que las ciudades son centros de ocurrencia de los mayores desastres en el mundo. Vale mencionar que no solo son vulnerables ante peligros meteorológicos, que cada vez son más frecuentes y extremos por los efectos del cambio climático.
La reducción del riesgo de desastres está directamente vinculada con la educación básica regular, la educación superior y la "otra educación".
El crecimiento no planificado aumentó las condiciones negativas en el uso de suelos y la informalidad, sumado a un conjunto de factores estructurales que subsisten y ahora se agravan. La pobreza y precariedad son indicadores de las condiciones de sistemas productivos, de la forma como procesamos los desechos y se contamina el medioambiente dejando una huella ecológica negativa que afecta más a ciertos grupos de la población.
La reducción del riesgo de desastres está directamente vinculada con la educación básica regular, la educación superior y la "otra educación". Esto se reproduce en la escena pública y en los simbolismos de nuestra cultura. Ese proceso es eminentemente social y reproduce relaciones y vínculos de un ecosistema vivo que se sostiene y empeora por el comportamiento humano.
El actual escenario de la COVID-19 lo ha graficado con mayor propiedad, porque es nuestro comportamiento el que nos hace víctimas del desastre y nos pone en altas condiciones de riesgo. Además, son las limitaciones del Gobierno y las capacidades del Estado las que deben modificarse.
Por eso, no es poético ni teórico hablar de desarrollo sostenible, ordenamiento territorial, gestión urbana, desarrollo social, sistemas de salud o sistema nacional de educación de calidad. Todos son ejes esenciales para reducir el riesgo de desastres, bases estructurales que demandan la gestión de conocimiento multidisciplinario.
Debemos tener claro que existen amenazas de la naturaleza por nuestra ubicación geográfica y por el clima, pero así de importante es la percepción del riesgo de las personas. Necesitamos un nuevo esquema mental de las personas desde la niñez. Es lo único que genera comportamientos de prevención y de mitigación en todos los actos de la vida humana, en el rol y aporte de las personas al proceso de desarrollo.
La educación debe estar al centro de la acción política, como parte de una concepción de desarrollo amplia e integrada que fortalece a instituciones de Gobierno, empresas privadas, organizaciones sociales y líderes. Es urgente pasar de la norma a la acción, del plan a la ejecución, de la divergencia a la visión colectiva, de la indiferencia a la actitud del presente.
ESAN, como parte de la academia, está comprometida con la reducción del riesgo de desastres y trabaja en generar capacidades día a día, siempre pensando en cómo enfrentar el presente y futuro de las ciudades y de los territorios del país. ¿Qué otras acciones son necesarias para reducir los riesgos por desastres en el Perú? Déjanos tu opinión.
La reducción del riesgo de desastres está directamente vinculada con la educación básica regular, la educación superior y la "otra educación".
Experta en gobierno, política pública y gestión del conocimiento, candidata doctoral en Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, Magíster en Gerencia Social por la Pontificia Universidad Católica del Perú; Especialista en Desarrollo Gerencial por el INCAE de Costa Rica y el ITESM de México (2000); Licenciada en Trabajo Social en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, Lic. en Obstetricia y Puericultura por la Universidad Católica Santa María de Arequipa.
Cada 13 de octubre se celebra el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres. A propósito de esta fecha, Mary Mollo, profesora investigadora de ESAN, analiza los desafíos que enfrenta nuestro país en torno a esta problemática y reflexiona sobre el rol que cumplen las universidades.