De acuerdo con estadísticas del Ministerio de Energía y Minas, la producción de oro, cobre, plomo, zinc y estaño en el Perú viene cayendo en forma preocupante en los últimos tres años. De no haber sido por el mayor precio internacional de los metales se habrían comprometido los ingresos fiscales, porque las empresas mineras hubieran pagado menos impuestos.
Por otro lado, actualmente vivimos una inflación industrial muy fuerte y la minería es una de las actividades más globalizadas que existen. Por ello, sufre lo mismo que otras empresas en el mundo.
A la menor producción física y al incremento de los costos se suma un tercer factor que tiene que ver directamente con el Perú: la revalorización del nuevo sol. Los costos en esta moneda se han incrementado. Entonces, lo que está sucediendo es clarísimo: la industria minera en el Perú registra un incremento de costos, mientras se registra una constante caída de la producción, hecho que tiene su origen en la demora burocrática para la entrega de los permisos de exploración o explotación.
Cualquier negocio sucumbe si sus ventas caen y sus costos suben. Eso está pasando con la minería peruana. Seis meses de retraso en una licencia tiene un impacto en cualquier empresa y, por supuesto, en la capacidad de la misma para hacer obras por impuestos, asociaciones público-privadas y pago de tributos.
Algunos creen que nuestra economía seguirá creciendo siempre, sin tomar en cuenta que podemos estar enfrentando en el futuro una situación distinta y negativa. Buenaventura es un caso típico de reducción de utilidades, como ha sucedido en el tercer trimestre del presente año, al igual que El Brocal, donde tenemos una participación.
El solo hecho de no estar creciendo a la velocidad que deberíamos nos impide generar puestos de trabajo. Algunas personas creen que la minería debe pagar más impuestos sí o sí, independientemente de la situación por la que atraviese. Pero lo que no saben es que eso es matar a la gallina de los huevos de oro, porque no muchos entienden que este sector requiere mucha reinversión.
No hay forma de que una mina pueda seguir operando si no sigue explorando y, para eso, hay que reinvertir. El caso de Yanacocha es clarísimo: en 2005 se produjeron 3.3 millones de onzas de oro; este año se producirán 1.2 millones, o sea mucho menos de la mitad. Y si la proyección continúa probablemente estemos por debajo del millón de onzas en el corto plazo. Por lo tanto, los impuestos que paga Yanacocha al Estado irán decayendo.
Hace unos días visité el proyecto de cobre Trapiche, en Chalhuanca, Apurímac, cuya exploración empezó hace más de 10 años y todavía no está en producción. Si no avanzamos con los permisos, este proyecto puede quedar estancado. Tenemos que lidiar con las comunidades que a veces no entienden al sector minero y retrasan los proyectos. Trapiche estuvo paralizado dos años porque la comunidad no se ponía de acuerdo sobre si quería o no el proyecto.
Apurímac dice que tiene mucho potencial, pero hasta ahora no hay una sola mina operando. Entiendo que este proyecto no entrará en consulta previa, porque es más antiguo que la ley que regula esos procesos, pero sí podría darse para otros proyectos.
Entonces, tenemos un cuarto factor importante que afecta el futuro de la producción minera. Hay zonas muy pobres en Perú sin actividad minera. Allí los proyectos deberían avanzar más rápido para generar actividad económica y beneficiar a las comunidades. Hay que tener mucho cuidado con estos cuatro factores: la menor producción por los retrasos burocráticos, la inflación en los costos internacionales, la revalorización del nuevo sol y los conflictos con las comunidades. No vayamos a estar comprometiendo el futuro de la minería en el Perú.
¿Coincide usted en que estos cuatro factores ponen en riesgo la actividad minera y el desarrollo económico del país? ¿Qué hacer?