Como punto de partida debemos recordar el viejo proverbio que dice "para saber adónde vamos es necesario saber primero de dónde venimos". Así, en nuestra opinión, la situación actual de la empresa no es consecuencia de su proceso de privatización. En realidad es consecuencia de una mala privatización ya que se eligió un modelo equivocado que no se trató de aplicar en ninguna otra parte del mundo al no corresponder al modelo de negocios de las empresas petroleras (que operan en forma integrada y no por unidades de negocio como se intentó en nuestro caso).
Luego, a partir de una premisa equivocada, se hace una lectura inadecuada de las causas del éxito de las empresas que se toman como modelo, en este caso Petrobras y Ecopetrol. Se llega a afirmar que dichas empresas deben su éxito a la presencia del Estado, cuando es evidente que se debe a la mayor presencia del capital privado y a las normas societarias con las que funcionan estas empresas. Por estas razones hay quienes han celebrado el acercamiento con PDVSA - Petróleos de Venezuela S.A.
¿Se imaginan a la presidenta Rouseff o al presidente Santos indicándole a su empresa petrolera a quién y adónde asignar lotes petroleros para explorar o, peor aún, para explotar petróleo?
Obviamente no se trata de "estilos" diferentes de gobierno. Simplemente los directorios de Petrobras y Ecopetrol no lo permitirían y preferirían renunciar a convertirse en dependencias del Ministerio de Energía. En el caso de Petrobras, el Estado tiene aproximadamente el 38% de las acciones. Por lo tanto, no puede hacer lo que le da la gana.
Hay quienes defienden el acercamiento a PDVSA indicando su tamaño y participación en el mercado internacional de petróleo crudo, lo cual siendo cierto no es garantía de transferencia tecnológica ni de beneficio comercial ya que también es cierto que se trata de una empresa ineficiente, en franco proceso de reducción de capacidad operativa y notoriamente politizada.
Mirando hacia el mediano plazo, lo que necesita Petroperú es una fuerte inyección de recursos financieros y humanos, un estatuto que le permita funcionar como empresa y no como dependencia pública, y para eso necesita un plan de fortalecimiento que responda a sus actuales capacidades y que como consecuencia de su ejecución incremente el valor de sus activos. Esto no se logra de un año para el otro, ni siquiera en un quinquenio. Una idea fuerza que deben tener presente los actuales directivos de Petroperú es que participan en una maratón y no en una carrera de velocidad.
Finalmente, un testimonio personal. Me tocó presidir el directorio de Petroperú en agosto de 1990, a finales del primer período de García. La empresa estaba no solamente quebrada desde el punto de vista financiero -están sus Estados Financieros para demostrarlo- sino también desde el punto de vista moral. Se elaboró y ejecutó un plan de restructuración que permitió la separación de 5,000 trabajadores, se recuperó niveles de mantenimiento a nivel internacional y se logró, tres años después, poner el balance en azul luego de casi una década en rojo.
Ese directorio presentó una propuesta de privatización integrada de la empresa, como se hizo en YPF en Argentina, que al no recibir el respaldo de gobierno motivó su salida. Luego vino la privatización, en nuestra opinión mal diseñada y peor ejecutada, lo que nos llevó a la situación actual. La salida no involucra más al Estado sino al capital privado dentro de un esquema de competencia que permita que la inversión siga llegando al sector.
¿Qué piensa usted? ¿El gobierno está fortaleciendo o debilitando a Petroperú?