Un empleado de la administración de un zoológico quiere buscar al gerente general para transmitirle una serie de apreciaciones. Cuando pregunta por él, le indican que la jaula-oficina del señor León se encuentra al final del pasillo. Al llegar a ella observa un mensaje colgado en la puerta: "Aquí nos manejamos por una política de puertas abiertas. Su opinión es muy importante para nosotros, entre por favor que será escuchado". El empleado ingresa temerosamente a la jaula-oficina y se encuentra precisamente con lo que esperaba, un león de frondosa melena y grandes garras que le dice con voz grave: "Adelante. ¿Qué desea? ¿Cuál es el problema?". El subordinado huye despavorido.
Suelo usar esta anécdota en clase para graficar a los alumnos una situación que, créase o no, se da más de lo que imaginamos. Los colaboradores ven a los jefes como una especie de leones a los que prefieren no contarles nada para evitar ser castigados.
El hecho que no haya una comunicación sincera y libre de miedos genera una distorsión entre lo que las cabezas de la organización piensan y lo que los colaboradores sienten. Esto, como se puede inferir, trae consecuencias sumamente negativas en el sentido de que las jefaturas o gerencias no conocen qué pasa realmente en la base de la empresa que manejan. Asimismo, los jefes no saben qué consecuencias tienen sus indicaciones sobre la gente a su cargo.
La información tan necesaria para tomar buenas decisiones, por lo tanto, no llega o llega incompleta. Debido a ello no es raro que las empresas empiecen a ganar muchísimo menos y eventualmente quiebren (¡y lo peor es que nunca descubrirán los motivos reales que la condujeron a ese estado!).
Por lo tanto, es fundamental que quienes dirigen una organización sepan identificar miedos y erradicarlos. De otro modo, estarán quizás enfocados en un management by best seller, utilizando las últimas y más novedosas herramientas como las reingenierías, los kaisen o los balanced scorecard (todas ellas muy buenas), pero que no funcionan si no se hace nada para que las personas al interior de la organización se sientan cómodas y tranquilas, sin un miedo que les impida expresarse libre y sinceramente. Ello también coadyuva a que los colaboradores entiendan que las tareas se cumplen por su importancia intrínseca para la empresa y no porque haya una sanción por no hacerlas.
Pero no nos engañemos. Erradicar los miedos no es tarea sencilla. Claro, se le puede decir a la gente: "hazlo tú mismo, decide, si te equivocas no pasará nada". Pero de ahí a que ellos se arriesguen a hacerlo hay un largo trecho y eso es porque no creen lo que se les está diciendo. Solo cambiarán esa postura cuando vean que realmente una vez cometido un error (por alguien más) no se produjo el castigo respectivo. Incluso en casos como éste, no es seguro del todo que pierdan el miedo pues podrían pensar "no hubo sanción a pesar del error cometido, pero seguramente fue una excepción. Seguro que si yo me equivoco, me castigan".
Las personas, en consecuencia, están acostumbradas al miedo y no les creen a los jefes cuando les dicen que se sientan libres de confiar en ellos para cualquier cosa. Prefieren mantener su temor bajo el cual, contradictoriamente, se sienten más seguros. Entonces, eliminar miedos y cambiar sensaciones al interior de una organización no es un proceso fácil ni corto, sino que toma tiempo, esfuerzo y dedicación de los responsables de la misma.
Sin embargo, a pesar de ser una tarea difícil, sería peor no emprenderla. Como hemos dicho, cuando la gente ve al jefe como león, no le cuenta las cosas. Y, por lo tanto, cuando la organización está llena de leones y de subordinados que les tienen miedo, estos últimos prefieren callar, perdiéndose de esta forma información valiosísima que se necesita para competir con otras empresas y seguir un camino de crecimiento.
En su opinión, ¿qué deberían hacer las empresas para erradicar los miedos que impiden una retroalimentación eficaz?