Es decir, 40 de cada 100 personas que trabaja o busca empleo, tiene o piensa tener un negocio propio. Esto dice muy bien de los peruanos, quienes somos considerados entre los más emprendedores del mundo.
Sin embargo, el problema está en la suerte que corren dichos emprendimientos. Según información de la Sunat, cada año se registran cerca de 300.000 nuevas empresas, pero también se cierran unas 200.000. La mortandad empresarial en Perú también es muy alta y habrá que ver si existe algún ranking mundial de este indicador, similar al del emprendedurismo. Lamentablemente, lo más probable es que nos ubiquemos también en un puesto elevado.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿somos un país de emprendedores o de supervivientes? O dicho de otra manera: ¿los negocios que hacemos los peruanos son en su mayoría empresas o solo estrategias de sobrevivencia?
Si por empresa entendemos unidades económicas en las que la inversión está orientada a la producción de bienes o servicios para competir en el mercado y cuyas ventas rinden ganancias susceptibles de reinvertir parcialmente, generándose un proceso de acumulación de capital, efectivamente, diríamos que contamos con un gran número de iniciativas empresariales.
Pero simultáneamente existen muchos emprendimientos -no sabemos cuántos de las más de 3 millones de mypes existentes en el país- en los que sus conductores no acumulan capital pues sus ganancias sirven íntegramente para cubrir las necesidades básicas de sus familias. Es decir, son estrategias de supervivencia.
Somos un país de recurseros y tenemos tanto de sobrevivientes como de emprendedores. Muchas empresas surgen así, recurseándose y caminando a duras penas. Pero luego vienen los hijos de los fundadores, quienes con ideas nuevas y mejor formación que los padres suelen llevar la empresa por mejores rumbos. Y esto no es algo netamente peruano. En Estados Unidos, por ejemplo, el 98% de las empresas son familiares.
En Perú, muchas empresas pasan por una fase embrionaria durante la cual no se produce acumulación de capital. Pero luego viene un período en el que poniendo orden en las finanzas e introduciendo tecnología se va ganando en eficiencia, reduciendo costos y mejorando los productos, aumentando la participación en el mercado. Ciertamente, muchas mueren en el camino pero otras no solo sobreviven sino que crecen y dan empleo a más personas. Luego la empresa se profesionaliza, pues los hijos estudian carreras vinculadas al manejo empresarial o contratan un gerente para administrarla.
Creo que conforme se vaya estableciendo un mejor entorno para las micro y pequeñas empresas, como son los avances en materia de rompimiento de barreras burocráticas, así como mejoremos la calidad de la educación, paulatinamente nos convertiremos en un país en el que predomine el emprendimiento con capacidad de desarrollar empresas sólidas y en expansión.