En un entorno digital cada vez más hostil, el costo de no invertir en ciberseguridad constituye una amenaza existencial para las empresas. Según el último informe de IBM, el costo promedio de una violación de datos se ha disparado a USD 4.88 millones, un aumento del 10 % respecto al año anterior.
En el Perú, las cifras son igual de alarmantes. Se reportaron más de 5000 millones de ciberataques en el 2023, lo que subraya la magnitud del desafío. Estos datos dejan claro que proteger la infraestructura tecnológica ya no es una acción opcional, sino una inversión crucial para la supervivencia y el éxito sostenido de cualquier negocio.
En ese sentido, la ciberseguridad, integrada como parte de una estrategia de inversión en tecnologías de la información (TI), va mucho más allá de ser un simple gasto operativo. Representa una defensa proactiva que salvaguarda la integridad de los activos digitales, la confianza de los clientes y, en última instancia, la continuidad del negocio.
En sectores altamente sensibles como la banca, la falta de protección puede traducirse en pérdidas masivas, tanto económicas como reputacionales. De hecho, investigaciones muestran que las empresas que utilizan inteligencia artificial (IA) y automatización en seguridad han reducido los costos de violaciones hasta en USD 2.2 millones.
Con frecuencia, se cuestiona la inversión en TI, por lo que esta debe evaluarse con mucho cuidado, sobre todo al ser un sector financiero de altos riesgos. A continuación, se presenta un análisis detallado de cómo los costos y beneficios se relacionan con la implementación de medidas de seguridad robustas:
La pregunta que muchas empresas se plantean es ¿Cómo justificar el gasto en ciberseguridad? Aquí entran en juego métricas financieras como el retorno de la inversión (ROI) y el valor actual neto (VAN). El ROI proporciona una visión clara del rendimiento de las inversiones en términos de ahorro y protección de ingresos, mientras que el VAN se usa para calcular el valor a largo plazo de estas inversiones, considerando los riesgos y beneficios en un horizonte extendido. En sectores como el financiero, donde el tiempo de inactividad puede ser devastador, combinar ambas métricas permite una evaluación más completa y justificada.
Por ejemplo, una entidad bancaria que implementó medidas de seguridad avanzadas no solo logró evitar sanciones significativas, sino también aumentar la retención de clientes al demostrar ser un socio confiable en la protección de datos. Las métricas financieras, aplicadas de forma adecuada, pueden hacer que estas inversiones no solo sean defendibles, sino estratégicamente esenciales.
Más allá de las métricas, hay estrategias clave que las organizaciones deben adoptar para maximizar el valor de sus inversiones en TI. Las mejores prácticas incluyen la capacitación continua de los empleados para reducir el riesgo de ataques como el phishing, la implementación de políticas de acceso basadas en roles y el monitoreo automatizado de amenazas. El uso de tecnologías avanzadas, como la IA, no solo acelera la detección y contención de incidentes, sino que también contribuye a la resiliencia operativa.
El panorama futuro promete complejidades adicionales, como la proliferación de datos no gestionados o shadow data, que agravan los riesgos y aumentan los costos de un ataque. Por ello, la discusión sobre cómo optimizar las inversiones en ciberseguridad permanece abierta. ¿Deberían las empresas centrarse más en tecnologías emergentes como la IA o es más efectivo invertir en la formación y expansión de sus equipos humanos? La evolución de estas decisiones determinará cuán preparados estamos para enfrentar los desafíos del entorno digital en expansión. ¿Qué decisiones ha tomado tu organización respecto a este problema? Cuéntanos tu experiencia.
Ante las complejidades del panorama futuro, las empresas deben plantearse si será más efectivo implementar más tecnologías emergentes o invertir en la formación y expansión de su personal.
Asesor de empresas de los sectores retail, servicios tecnológicos, consumo masivo, salud y pesca. Consultor en valorización de empresas, fusiones y adquisiciones, evaluación de planes de negocio/proyectos de inversión, estructuración y captación de financiamientos. Co-fundador de empresas de base tecnológica del sector retail y finanzas. Ph. D. (c) en Gestión Estratégica por el Consorcio de Universidades. MBA por ESAN, Economista por UNMSM. Especializaciones en Finanzas Cuantitativas, y Data Science.
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