Desde hace algunos años, en el mundo de la consultoría se ha establecido el término "salario emocional" para describir aquellos beneficios que agregan mejoras a la calidad de vida del trabajador, sea dentro o fuera del centro laboral. Ahora no solo se valoran los términos económicos, sino también la satisfacción emocional, entre otros componentes.
No obstante, poco se comenta sobre algún dividendo emocional que pudieran tener los accionistas de las empresas al momento de realizar sus actividades, con el propósito de obtener algún beneficio adicional al solo hecho de generar riquezas. Para revisar este supuesto, usaremos como ejemplo a las empresas familiares, donde el patriarca o la matriarca de la familia suelen conducir el negocio junto con sus hijos.
Como puede observarse en la práctica general, el enfoque principal que se da a estas empresas, desde el punto de vista de la consultoría, consiste en analizar cómo pueden los terceros profesionales ayudarles a transferir el mandato entre generaciones y perdurar en el tiempo. Y es que la posición, como regla, es que el interés principal de la empresa consista en suplirse del apoyo de consultores ("profesionalizarse") para continuar el mayor tiempo posible y generar dividendos a las futuras generaciones.
Pese a este objetivo, existen muchos casos de empresas familiares donde el propietario, al llegar a una edad avanzada, decide que es momento de disfrutar del dinero generado. Sin embargo, debido a que durante toda su vida forjó y administró su negocio de forma directa, no logra desprenderse de ese hábito, al haberse convertido en una pieza importante de su rutina de vida.
No existe un fin específico en la consultoría a empresas familiares, sino que puede haber varios que el propietario no necesariamente describa en formularios ni reportes públicos.
Por otro lado, esa misma persona disfruta asistir al negocio porque sabe que este provee de trabajo a sus amigos de infancia y a los familiares de esos amigos, sin perjuicio que estos puestos sean realmente necesarios. Incluso le permite seguir tomando riesgos y mantenerse activo, frente a cualquier nuevo proyecto.
En este supuesto, se desprende que el objetivo del propietario es disfrutar de su empresa durante sus últimos años de vida. Al ser propietario, ¿no sería lógico pensar que parte de las políticas que ha desarrollado con los años le brindan una satisfacción emocional? Si bien pueden hacer menos eficiente el negocio, de cara al futuro, en buena cuenta, le rinden dividendos emocionales en el presente.
Si consideramos que el caso descrito no resulta de laboratorio y que, por el contrario, es fácil reflejarlo en un gran número de empresas, podemos creer que el enfoque de la consultoría hacia estas empresas podría ampliarse. Debemos entender que no existe un fin específico en la consultoría a empresas familiares, sino que puede haber varios que el propietario no necesariamente describa en formularios ni reportes públicos.
En caso la finalidad real de la empresa sea también permitir a los dueños disfrutar de su negocio en vida, es el consultor quien deberá adecuarse a esta posición. En esa línea, deberá velar para que los puestos creados sean lo más eficientes posible dentro de las prioridades del propietario. Esto significa ayudar a reducir riesgos y asesorar a los otros miembros de la familia respecto a qué acciones pueden considerar cuando el jefe de familia ya no esté disponible.
De no poder darse este enfoque, la solución pasará por recomendarle al propietario que transfiera el control de las acciones a sus hijos, que retire de la empresa a determinados colaboradores, que elimine la toma de riesgos y que proceda a irse a su casa a ser feliz con los dividendos que genere una empresa asesorada por terceros independientes. ¿Qué otros aspectos deberían tomarse en cuenta para la asesoría? Cuéntanos tu experiencia.
No existe un fin específico en la consultoría a empresas familiares, sino que puede haber varios que el propietario no necesariamente describa en formularios ni reportes públicos.
Abogado por la PUCP y Máster en Derecho Comercial e Internacional por la Universidad de Buckingham. Actualmente, es Consejero Comercial de New Zealand Trade & Enterprise y Director Ejecutivo de su propio estudio. Con experiencia en PwC Perú, y en Londres, se especializa en derecho societario y comercial. Profesor en ESAN y autor de un libro sobre inversión extranjera y derecho empresarial. Ha sido distinguido como Caballero de la Orden del Camino de Santiago.
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