Cuando se trabaja en equipo se logran mejores resultados que de forma individual. Ese es el propósito de la sororidad, una hermandad o solidaridad entre mujeres que busca crear redes de apoyo para lograr la igualdad. A continuación, reflexionemos sobre la importancia de este concepto en nuestro país.
Aunque el protagonismo de la mujer en el Perú ha crecido de forma paulatina durante los últimos treinta años, las estadísticas nos dicen que aún hay mucho por hacer. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en el 2016 las mujeres peruanas ganaban 28,6 % menos que los hombres, a pesar de que trabajan más horas por semana.
Esta brecha laboral no ha sido impedimento para que las mujeres peruanas destaquen en diversos ámbitos. Ese es el caso de Lidia Cortez, artesana, agricultora y empresaria puneña, que ha formado al menos 40 asociaciones artesanales en diferentes ciudades de su región. Otro referente es el de Elka Popjordanova, gerente general de Plaza Norte, quien en el 2017 fue galardonada en Bruselas como la Mujer Empresaria y Emprendedora del Perú por la Fundación Internacional de Mujeres Emprendedoras.
Actualmente tenemos un grupo de mujeres muy activo en el sector empresarial, como emprendedoras que dirigen sus propios negocios o que ocupan altos cargos en las organizaciones donde laboran. Nos damos cuenta de que somos generadoras de valor y si trabajamos unidas, romperemos las murallas que han bloqueado nuestro camino durante décadas.
La sororidad implica que una mujer se ponga en la situación de sus semejantes para entender sus dificultades, ayudarlas a solucionarlas e impulsar su crecimiento.
En este contexto, la sororidad, término impulsado por la investigadora mexicana Marcela Lagard y que se refiere a la amistad y solidaridad entre mujeres, nos permitiría cumplir con este objetivo y garantizar el acceso de otras mujeres al mercado laboral en las mismas condiciones que los hombres.
El mentoring, una dinámica que permite compartir conocimientos y experiencias con otras mujeres, es una de las muestras de cómo se puede ayudar y manifestar esa unión en el trabajo. Asimismo, esta acción, combinada con una visión más abierta, nos ayudará a lograr cambios a favor de la igualdad en nuestros centros de trabajo.
Hasta hoy existen mujeres obligadas a dedicarse de forma exclusiva a las labores del hogar y que son dependientes de sus esposos o parejas. Con escasa educación en un entorno machista o sin la posibilidad de potenciar alguna habilidad en particular, terminan por verse obligadas a aceptar los excesos físicos y humillaciones. En los tres primeros meses del 2018, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables registró 32 casos de feminicidio en el país, es decir, cada dos días una mujer fue asesinada en ese periodo.
Hay que entender que este círculo vicioso es difícil de romper. Es probable que los hijos de estas parejas crezcan en ese mismo contexto, aprendan estas actitudes machistas y el ciclo se repita. Sin embargo, es posible generar un cambio con el apoyo de otras mujeres. Pueden organizarse en gremios de empresarias o emprendedoras e iniciar acciones que apoyen a los sectores más vulnerables de la población local. Para emprender y difundir sus estrategias, pueden utilizar las tecnologías de la información (TI). Así articularán sus esfuerzos con más aliados y empezarán a cambiar sus historias.
En este contexto, la sororidad representa más que una palabra de moda. Es valiosa porque implica que una mujer se ponga en la situación de sus semejantes para entender sus dificultades, ayudarlas a solucionarlas e impulsar su crecimiento personal y profesional. La desigualdad de oportunidades frente a los hombres es un problema que arrastramos desde hace mucho tiempo, por eso es momento de organizarnos para crecer.
La sororidad implica que una mujer se ponga en la situación de sus semejantes para entender sus dificultades, ayudarlas a solucionarlas e impulsar su crecimiento.
PhD en ESADE. Magíster en Administración de ESAN, economista, con estudios de especialización en comercio internacional. Experiencia en la estructuración de proyectos de infraestructura en el Perú y en el extranjero. Ha trabajado en el Fondo mi vivienda, y en la estructuración de Techo Propio. Ha sido presidente del Directorio de Electro Oriente. Ha trabajado en Francia desarrollando estudios sobre las exportaciones francesas hacia los países del Mercosur. Actualmente es profesora de cursos de economía y finanzas, Directora del Instituto de Economía Urbana (e), y Directora general de administración de la Universidad ESAN.
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