En México, a raíz de la modificación de los artículos 29 y 30 del Reglamento de la Ley General de Salud en materia de Insumos, y como una medida de prevención para evitar la automedicación y el riesgo de resistencia derivada del consumo indiscriminado de antibióticos, quedó prohibido, desde el 25 de agosto la venta de antibióticos sin receta médica. Esta medida tomada a nivel nacional, ha ocasionado que muchas familias recurran a los remedios caseros que usaban las abuelas para curar sus males. Sin embargo, ya muchas empresas también han puesto los ojos en este nicho de mercado que parece ser una vuelta a los básicos y una forma de comercializar los antibióticos naturales.
Algunos de estos antibióticos naturales que han visto renacer su utilidad como una alternativa a su contraparte química son el ajo, la cebolla, el jengibre, el orégano y el tomillo, entre otros. Y es que los estudiosos de la cura mediante plantas medicinales, aseguran que los antibióticos naturales no generan resistencias para las bacterias, evitan o curan muchas enfermedades puesto que inhiben el crecimiento de microorganismos, no tienen efectos secundarios, no producen reacciones alérgicas o sensibilidad en el estómago, no son peligrosos por acumulación, son baratos y fáciles de conseguir a diferencia de los antibióticos químicos.
Este nicho de mercado está claramente vinculado a la megatendencia social del consumidor ecológico. Según el Observatorio Estratégico del Tecnológico de Monterrey, este consumidor, además de productos naturales, busca cuidar el medio ambiente y asociarse con las empresas que lo hacen. Es un consumidor que ya está demandando productos naturales, sin componentes químicos y que rechazan los alimentos en cuya producción intervienen técnicas que aparentemente atentan contra el carácter "natural" de los alimentos, como los productos modificados genéticamente, los pre-cocinados e incluso los enriquecidos con calcio, vitaminas, fibras, etc. Tienen un mayor grado de confianza en los alimentos considerados como "naturales" como frutas y verduras, leche o los productos ecológicos, así como los avalados por la Denominación de Origen. Están interesados por el impacto de los alimentos en la dieta, la salud y el cuidado personal y presentan un mayor acercamiento hacia aquellos productos que parecen demostrar un carácter natural y saludable.
Lo interesante de este consumidor es que su conciencia ecológica, no solamente se limita a los hábitos de consumo, sino que también tiene interés por los problemas ecológico-ambientales e intenta crear la conciencia social de ser un consumidor ecológico. Es desconfiado, autodidacta y considera que él mismo y su círculo más cercano de personas constituyen la fuente más creíble y que más información aporta sobre estos temas de consumo. Por lo tanto, una vez que tenga productos que lo ayuden a alcanzar su meta de cuidar el planeta y su salud, los recomendará ampliamente a quienes desea convencer de que el cuidado ambiental y de la salud son la opción actual de todo consumidor; esta característica ayudará a aquellos productos y marcas que logren posicionarse como elementos confiables y dignos de ser usados por este segmento de la población, siempre y cuando éstos sean capaces de convencer a estos líderes de opinión de que son los productos y marcas adecuadas para ayudarlo a alcanzar sus causas sociales y personales.
Ruth Areli García León, es Directora del Departamento de Mercadotecnia y Comunicación de la Escuela de Negocios y Ciencias Sociales Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla.
http://www.pue.itesm.mx