Las falacias lógicas son fallas de razonamiento. Cuando llegamos a una conclusión o defendemos un argumento sobre la base de un proceso de razonamiento viciado, estamos cometiendo una falacia. Los argumentos pueden ser falaces por diferentes razones. Veamos las más comunes para saberlas detectar a tiempo y no caer en las trampas que pretenden imponernos.
Argumento ad hominem: el argumento ad hominem consiste en dar por falsa una afirmación teniendo como referencia quién la emite o la defiende. La falacia ad hominem pretende desacreditar el argumento al desacreditar a la persona que lo sostiene.
"El ingeniero Fernández dice que este año su área tendrá un récord de productividad este año. Ahora sabemos que en la universidad él era conocido por copiarse en los exámenes; por lo tanto, su área no tendrá un record de productividad este año".
El argumento ad hominem es fácil de desarmar. Solamente debemos separar la afirmación y evaluarla por sí misma, sin considerar elementos externos.
Eludir la carga de la prueba: consiste en asumir la validez o falsedad de una afirmación sin aportar razones para fundamentar la conclusión. Un principio clásico en derecho señala que quien afirma algo debe probarlo.
"Las medidas que tomaremos tendrán un resultado positivo, sí o sí. Sobre esto no debe haber discusión alguna".
Aquí no se ofrece un solo argumento para sustentar la afirmación. Es más, quien la sostiene se niega a oír razones que expresen lo contrario.
Falacia del punto medio: quienes sostienen esta falacia dicen que la verdad debe encontrarse en el punto medio entre dos extremos. En ocasiones esto puede resultar válido, pero tomarlo como principio puede estrellarnos contra la realidad en forma continua pues en ocasiones también uno de los extremos está en lo cierto.
"El ingeniero Ramírez dice que este año exportaremos productos por US$ 50 millones; la ingeniera Domínguez sostiene que serán por US$ 100 millones. Debemos considerar un punto medio y proyectar exportaciones por US$ 75 millones".
Falsa dicotomía: este argumento suele utilizarse contextos muy polémicos, especialmente en política. El argumentador presenta dos opciones como si fueran las únicas existentes, cuando hay otras que se debería considerar. Esta falacia es una manipulación que se disfraza de ser lógica.
"Si no están con el plan de reactivación de la empresa, están contra él".
Falacia anecdótica: se recurre a una experiencia personal o un ejemplo aislado como una prueba para sustituir o rebatir un argumento bien fundamentado o una evidencia científica.
"Dicen que fumar causa cáncer pero mi abuelo fumaba 20 cigarrillos al día, vivió hasta los 90 años y no tuvo cáncer".
La pendiente resbaladiza: esta falacia sostiene que si un hecho "A" sucede, entonces el hecho "Z" sucederá eventualmente. Lleva los razonamientos de un punto extremo a otro, uniéndolos en una secuencia sin presentar prueba alguna que establezca un vínculo de causalidad entre A y Z.
"Si este año logramos vender en Brasil, el próximo año podremos hacerlo en Estados Unidos".
Apelación a la autoridad: consiste en señalar que una afirmación es verdad únicamente porque una autoridad la sostiene. Esto no debe conducirnos a descartar todo lo que afirmen los expertos. Debemos tomar los argumentos por sí mismos, ya que cualquier persona o institución puede equivocarse.
"Si lo dice Porter es cierto".
Hemos descrito solamente algunas de las falacias más comunes. Es importante aprender a identificarlas y explicar a las personas con las que intercambiamos opiniones por qué son falacias. En el ámbito empresarial estas alertas pueden llevar a una mejor toma de decisiones.
FUENTE CONSULTADA:
Artículo "Falacias argumentales: las más comunes y cómo vencerlas" publicado por el portal Hipertextual.
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