¿La tormenta perfecta?

¿La tormenta perfecta?

Si la Guerra comercial entre EE.UU. y China se agudiza, podría impactar en nuestro horizonte de inversiones y en la recaudación de impuestos. Así lo afirma Ana Reátegui, directora de los programas de Educación Ejecutiva de ESAN, en este artículo para El Comercio.

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Las últimas medidas dadas por el Gobierno Chino de levantar aranceles a los productos norteamericanos por US$60.000 millones, como respuesta a medidas previas de Estados Unidos, encienden aun más las alarmas de guerra comercial entre estas dos grandes potencias. Algo que pareciera lejano a nuestra realidad, acostumbrada últimamente a los avatares de la política, es una situación muy preocupante.

En los dos últimos años, el mayor impulso a nuestra economía ha sido dado por la balanza comercial. Últimamente, predominó la recuperación del precio de los minerales, así como las cantidades exportadas de cobre, especialmente a China.

Este gigante ha experimentado cambios en su economía muy importantes. Ha pasado de preocuparse por hacerse de una infraestructura que le permita ganar eficiencias, a ser un gran fabricante de productos manufacturados. En ambas situaciones, su demanda de cobre ha estado asegurada. Pero hoy, ante esta denominada guerra comercial, es posible que sus ventas a diversos mercados, especialmente a Estados Unidos, se vean en peligro. Siendo así, pareciera razonable que la demanda por cobre disminuya, lo que golpearía a nuestras exportaciones; por el lado de volúmenes y precios.

Hasta ahora, hemos podido pasar la cruenta batalla política sostenidos por la expansión de balanza comercial, lo que, en términos macroeconómicos, nos ha permitido tener aceptable mejora del PBI. Esta situación, ha dejado pasar temas tan relevantes como asegurar la inversión pública o retomar la renovación de las inversiones privadas. Pero ahora todo cambió.

No es una tormenta perfecta, pero lo sería si se profundiza la crisis entre nuestros dos principales socios comerciales. Esta situación, si no llegara a sumergirnos en una crisis mayor, por lo menos nos removerá los cimientos económicos, y no permitirá tener un horizonte de mediano y largo plazo para nuevas inversiones, y ni qué decir de las menores ganancias de las empresas y la menor recaudación de impuestos, que ponen en peligro el gasto del Gobierno. 

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Fuente: El Comercio