El mundo de los negocios ofrece un panorama en el que la complejidad, la incertidumbre y la ambigüedad son las notas salientes. Una de las consecuencias de esta situación es la caída de paradigmas y la obsolescencia de herramientas y modos de pensar. Frente a estos desafíos las empresas deben desarrollar mecanismos de adaptación o desaparecer. Solo pueden adaptarse para sobrevivir.
Generalmente, la adaptación se denomina agilidad estratégica, ya que una empresa debe ser ágil para poder adaptarse. En ese marco se observa un índice elaborado por The Boston Consulting Group, en el que se refleja que las empresas que desarrollan agilidad estratégica tienen los mejores resultados y una mejor performance.
Sin embargo, la adaptabilidad necesita de tres factores: agilidad, flexibilidad y resiliencia. La agilidad es la clave del proceso adaptativo y su inicio, de allí la confusión en su denominación; y ella solo puede existir si tiene como complementos a los otros dos elementos.
La agilidad, la flexibilidad y la resiliencia son cualidades que no son suministradas desde fuera como las dosis de medicamentos con inyectables, sino que se trata de capacidades que se desarrollan dentro de las compañías.
Hay empresas que han destacado, como Apple y Amazon, por tener agilidad estratégica para capturar rápidamente las oportunidades y así poder satisfacer en forma eficiente la demanda producto de esa oportunidad detectada: Amazon lo hace a través de la compra de diferentes empresas realizando ajustes dentro de su modelo de negocio, y Apple hasta ahora lo ha hecho a través de la creación de industrias en forma disruptiva pero dando respuesta a las oportunidades que se presentan en los mercados.
Así podemos seguir encontrando compañías que tienen velocidad de respuesta para afrontar las demandas desarrollando esa capacidad.
Estamos en un mundo donde el más grande no le gana al más pequeño, sino que el más rápido se devora al más lento.
Veamos el caso de los bancos. Desde hace un tiempo, y con el desarrollo de las tecnologías de la información, las entidades del sector financiero en muchas partes del mundo han comenzado a introducir innovaciones en sus modelos de negocio, en sus productos y en la manera en que se relacionan con los clientes, por lo que cada vez más se acercan a generar una capacidad respuesta mucho más veloz.
Es decir, los bancos están operando un cambio muy importante. Este fenómeno se observa con claridad en la banca minorista de América Latina, pero es un proceso a nivel global porque la tecnología finalmente corta horizontalmente a todos los ámbitos. Ciertamente unos tendrán mayor acceso a los cambios tecnológicos y otros lo tendrán menos, pero tarde o temprano llegará, porque la tecnología siempre está presente y facilita los negocios.
El caso de los bancos es solo una muestra de este proceso. La agilidad que pueden mostrar para adaptarse a los cambios es el producto de la toma de conciencia de sus altas direcciones por tomar un nuevo rumbo estratégico. Los bancos que no desarrollen este tipo de transformaciones, al igual que otro tipo de compañías, corren el peligro de desaparecer.
Estamos en un mundo donde el más grande no le gana al más pequeño, sino que el más rápido se devora al más lento.
¿Qué comentarios le merece el paradigma de agilidad estratégica? ¿Considera que las organizaciones peruanas lo están incorporando en su quehacer?
Estamos en un mundo donde el más grande no le gana al más pequeño, sino que el más rápido se devora al más lento.
La doctrina y la realidad señalan que se está frente a la cuarta revolución industrial: la digitalización. Este fenómeno ha generado un cambio muy profundo en todos los ámbitos de la actividad humana y ha atravesado en forma transversal todos los campos del conocimiento, de allí su denominación de tecnología multipropósito.