La tecnología ya no se presenta como aquel activo intangible que genera valor estratégico solo por el hecho de poseerlo. Es el análisis de la información soportado en ella lo que constituye una verdadera competencia distintiva para una organización.
En la actualidad vivimos en un entorno empresarial cada vez más interesado en la adquisición de nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs). En efecto, muchas empresas consideran la implementación de estas tecnologías como parte de su plan estratégico institucional, pues pronostican que les generará una ventaja competitiva sobre su sector. Sin embargo, existe la idea errónea de que la tecnología por sí misma representa una competencia distintiva; lo que merece preguntar: ¿Es realmente una competencia distintiva contar con herramientas tecnológicas que soporten los procesos del negocio? y, ¿Cuál es el valor estratégico que las TICs poseen en la actualidad?
Para poder responder estas dos preguntas, es necesario conocer el significado de algunos conceptos. Por un lado, una competencia distintiva de una organización, es cualquier fortaleza de esta, que no puede ser fácilmente imitada por alguna otra. Asimismo, debemos indicar que el aprovechamiento de estas competencias distintivas de una institución, es lo que le permitirá desarrollar ventajas competitivas en su sector. Finalmente, los recursos estratégicos que permiten a la empresa obtener dichas ventajas son aquellos que cumplen tres características: poco comunes, difíciles de imitar o difíciles de sustituir.
La tecnología de la información constituye una competencia distintiva, siempre y cuando se realice un exhaustivo análisis de los datos e información contenida en la misma.
En base a lo mencionado anteriormente, podemos afirmar, que las TICs por sí mismas no constituyen una competencia distintiva, no son un recurso estratégico y, como tales, no generan ventajas competitivas para la organización. Esto se debe a que, en la actualidad, la tecnología es cada vez más accesible, con una amplia variedad de proveedores y costos escalables a la capacidad de inversión de las organizaciones. A manera de ejemplo, podemos mencionar la adquisición de un sistema ERP, la cual implica una inversión considerable del presupuesto de la empresa que decide implementarlo. ¿Realmente estos sistemas son difíciles de imitar por la competencia? Bastaría con que otra empresa adquiera el sistema del mismo proveedor y dejaría de ser un elemento diferenciador de la organización. De esta manera, considerando las definiciones previas, dicho sistema habría dejado de ser un recurso estratégico.
Esta situación de ejemplo nos lleva a una reflexión, ¿Por qué las empresas siguen considerando a las TICs como un recurso estratégico, que permitirá obtener ventajas competitivas? La respuesta radica en el punto de vista que se tiene de las tecnologías de información utilizadas en las empresas. Si pensamos que son un conjunto de herramientas que soportarán nuestros procesos de negocio, probablemente no sean elementos de valor estratégico para la empresa. Sin embargo, si analizamos la información contenida en nuestras distintas herramientas tecnológicas, observaremos que tenemos una fuente de amplio valor estratégico. Esto se debe a que, al realizar una interpretación de dicha información, podríamos sustentar de manera concreta la toma de decisiones de carácter estratégico. Esta capacidad de analizar gran volumen de información de la empresa y tomar decisiones a partir de la misma es lo que convierte a las tecnologías de la información en recursos estratégicos de la organización.
Recientemente, Gartner, empresa consultora y de investigación de tecnologías de la información ha publicado las diez tendencias tecnológicas para el 2018. En ellas, resalta la relevancia de la inteligencia artificial, así como de las aplicaciones analíticas e inteligentes, entre otras. Estas tendencias, confirman que el valor estratégico de la tecnología de la información se fundamenta en el análisis que se realice sobre los datos recopilados; para lo cual, cada vez se requieren técnicas de explotación mejor definidas y actualizadas. Asimismo, podemos observar cómo esta concepción tradicional de tecnología como herramienta de apoyo está siendo dejada de lado, y se le está dando valor a la capacidad de tomar decisiones mediante el análisis de información. Si retomamos las definiciones presentadas al inicio del presente texto, podemos afirmar que el análisis de datos que realiza una organización es difícil de replicar por sus competidores, pues está enmarcado en el talento humano de la misma, así como en el conocimiento que la institución ha generado a lo largo de su existencia en el mercado. En tal sentido, esto último sí constituiría una competencia distintiva, y el aprovechamiento de la misma, permitirá generar grandes ventajas competitivas para la organización.
Podemos mencionar que la tecnología de la información constituye una competencia distintiva, siempre y cuando se realice un exhaustivo análisis de los datos e información contenida en la misma, el cual permita tomar decisiones estratégicas para la organización. Si una organización considera a este tipo de tecnología únicamente como herramienta, estaría adquiriendo un activo fácil de replicar por sus competidores, perdiendo todo valor como recurso estratégico. La pregunta para nuestras organizaciones sería: ¿Las tecnologías de la información que poseemos actualmente, nos están generando competencias distintivas?
La tecnología de la información constituye una competencia distintiva, siempre y cuando se realice un exhaustivo análisis de los datos e información contenida en la misma.