Toda gestión empresarial conlleva la posibilidad de que las cosas no resulten como se planearon. Sin embargo, los gestores pueden tomar algunas medidas para mitigar los riesgos financieros y no financieros que puedan presentarse.
Toda empresa, desde que se inicia y en el curso de su vida, experimentará en algún momento una situación de estrés en sus actividades operativas, administrativas o, incluso, financieras. Estas circunstancias pueden presentarse como resultado de su gestión o por condiciones del mercado que van más allá de lo que puedan hacer o no los gestores.
Una situación de estrés genera un grado de incertidumbre sobre lo que se espera como resultado y pueden darse en distintos ámbitos. Entre ellos, el manejo de su liquidez, el acceso al crédito o las condiciones de este, las operaciones del negocio, etc. Para tratar de reducir el nivel de incertidumbre y evitar mayores problemas, es imprescindible mantenerse alertas y seguir algunas recomendaciones importantes.
Los riesgos que enfrenta una empresa, financiera o no, pueden ser de diversos tipos. Por practicidad, suelen clasificarse en riesgos de tipo financiero y de tipo no financiero. Los primeros suelen estar asociados a la gestión de la liquidez y algunas variables del mercado, como los tipos de cambio y las tasas de interés. También incluye los riesgos originados en las gestiones crediticias.
En la medida que logremos identificar cuáles de estos riesgos están presentes en nuestras actividades y cuán expuestos estamos a sufrir alguna pérdida a consecuencia de ellos, nos encontraremos en mejor posición de adoptar algunas medidas que nos permitan reducir el impacto negativo de los riesgos si se materializan.
Las variables del mercado que originan riesgos financieros no pueden ser controladas por los gestores, ya que su comportamiento depende de manera directa de muchos otros factores, también ajenos a las acciones de los gestores. Es el caso de los precios de los activos financieros (acciones y bonos) y los movimientos de las tasas de interés y los tipos de cambio. A su vez, estos guardan relación con lo que acontece en la economía y las finanzas de un país y, en general, del mundo.
Estos movimientos pueden ocasionar impactos favorables o desfavorables en los resultados económicos de una empresa. Por lo tanto, es necesario identificar cuán expuestos estamos a una situación de riesgo que nos pueda perjudicar y, de esta manera, reducir, en lo posible, el nivel de incertidumbre sobre los posibles resultados futuros.
Esta gestión implica calcular el efecto potencial de un riesgo y su grado de exposición. Este proceso puede ser complicado, pues cada tipo de riesgo desencadenará diversos tipos de efectos. Sin embargo, siempre podrán emplearse algunos métodos y herramientas que nos brinden algún grado de información y nos aproximen a un escenario eventualmente posible para calcular, con algún grado de certeza, el nivel de probabilidades de ocurrencia y el posible impacto que estos riesgos acarrean.
En todo análisis de riesgos, algunos elementos que debemos tener en cuenta son los siguientes:
Identificar los riesgos. Es el primer paso a dar. Necesitamos identificar todo aspecto que pueda afectar el desarrollo de las operaciones de negocios, como el marco regulatorio, el grado de competitividad que existe en el mercado donde participamos, el nivel de desarrollo del sector o la industria en que operamos, las condiciones del crédito y cuán fácil o difícil es el acceso a este, la tasa de interés y el posible impacto de la evolución de los tipos de cambio. Este proceso es muy importante, sobre todo en economías abiertas con mercados expuestos al comercio internacional, como la mayoría de mercados del mundo.
Evaluación de los riesgos. Un segundo aspecto a considerar es evaluar los posibles riesgos y cuán severo podría ser su impacto si se materializan. También debemos tener claro cuán preparados nos encontramos para enfrentar algún posible impacto negativo.
Priorizar los riesgos. Una vez identificados y evaluados los riesgos, hay que clasificarlos y asignar prioridades; es decir, a cuáles debemos prestar más atención, según su importancia. Esta importancia estará dada, entre otras cosas, por el grado de afectación que podría causarnos para la viabilidad de nuestras operaciones, por el grado de probabilidad de ocurrencia que tendrían (mientras más probable sea, mayor será el riesgo) y por el grado de exposición que tenemos frente a determinado riesgo en particular. En este punto, mientras menos preparados estemos y mayor sea nuestro grado de exposición, el impacto será más negativo.
Preparación ante los riesgos. Una vez identificados, medidos y clasificados los riesgos, debemos preparar un plan de acción para identificar nuestros puntos débiles o vulnerabilidades. Luego, debemos reforzarlos con acciones de prevención y control que ayuden a detectar de forma temprana si existe o no algún potencial riesgo que pueda materializarse y causarnos pérdidas de cualquier tipo.
Monitoreo constante. Uno de los pilares de toda gestión de los riesgos, financieros o no, es realizar un seguimiento periódico y constante sobre la evolución de los riesgos identificados. Sobre todo de los controles dispuestos para mitigar los riesgos, así como de su efectividad en alertarnos de alguna situación que conlleve un peligro sobre los objetivos trazados.
Por último, parte de la gestión es evaluar los resultados para revisar la posibilidad de ajustes o cambios en los controles implementados, todo dentro de una gestión de los riesgos dinámica y, sobre todo, preventiva. Es entendible que el análisis de riesgos, sobre todo financieros, pueda ser complejo por todas las circunstancias y variables a tomar en cuenta. Si seguimos estos pasos básicos recomendados, tendremos mayores posibilidades de mitigar estos riesgos y sus posibles consecuencias.
Fuentes:
Docente consultado: Juan Lira Tejada
Impulsa Popular. (s. f.). Claves para mitigar los riesgos financieros.
BBVA. (s. f.). ¿Qué es el riesgo financiero? 5 consejos para reducirlo.
Calle, J. (2022). 5 pasos para el análisis de riesgo financiero. Pirani.
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