El cooperativismo constituye una alternativa importante para el fortalecimiento eventual de los pequeños agricultores peruanos, sobre todo en el caso de los productores de frutas y hortalizas, debido a los numerosos riesgos que afrontan en el mercado.
Según el Registro Nacional de Cooperativas Agrarias (RNCA) del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), hasta febrero del 2023, en el Perú existían 293 cooperativas agrarias que congregaban a más de 54 000 productores. El propósito de este artículo es exponer algunos lineamientos teóricos referentes al cooperativismo agrícola y sus ventajas de cara a la producción peruana de frutas y hortalizas para la exportación.
Algunas variables estructurales que influyen en la probabilidad de acción colectiva (Ostrom, 2010) están presentes en los entornos de producción agrícola en el Perú, como beneficios totalmente compartidos, homogeneidad de los participantes, comunicaciones cara a cara y participación voluntaria. Además, se asume que los productores peruanos reconocen que el alto respeto por la calidad, logrado mediante la mutua confianza e intensa cooperación entre los participantes, es fundamental para el éxito del sector exportador y que la reciprocidad es clave para evitar el comportamiento oportunista, pues quienes entregaran productos de calidad inferior serían penalizados.
Ostrom sostiene que, a medida que aumenta el tamaño del grupo cooperativo, las probabilidades de una acción colectiva efectiva para proporcionar bienes comunes disminuyen porque, por un lado, el oportunismo pasa desapercibido y, por otro, es más difícil que muchos participantes se pongan de acuerdo por completo. La capacidad de llegar a acuerdos, a medida que aumenta el número de miembros, puede depender de otra variable mencionada por Ostrom: el grado de homogeneidad de los participantes.
En el caso de un grupo grande, es plausible que la mayoría de los participantes no impidan la eficacia de la acción colectiva si perciben que el resto tiene el mismo objetivo e influencia sobre las decisiones (Hendrikse, 2004). Dada la naturaleza de la potencial cooperación, es probable que el tamaño económico óptimo para maximizar los beneficios se alcance con un gran número de participantes. Sexton (1986) afirma que la caída de los costos promedio y los altos costos hundidos incentivan a los contribuyentes financieros y operativos a la acción cooperativa en cuanto al procesamiento, almacenamiento y transporte de productos frescos.
Bonus (1986) destaca los beneficios sociales y comerciales de una asociación cooperativa y sostiene que hay dos tipos de fuerzas que le dan forma a su carácter. Las fuerzas centrípetas actúan como vínculos cohesivos para la organización colectiva y las fuerzas centrífugas impulsan a los individuos a la acción independiente. Este argumento es respaldado por la evidencia empírica de cooperativas europeas que fueron creadas para lidiar con los altos costos de transacción que enfrentan los pequeños productores independientes y que, a la vez, quieren mantener sus decisiones idiosincrásicas como productores individuales.
¿Qué razón habría para no integrar a la cooperativa en un agronegocio corporativo, según la propuesta de Coase (1936), como un medio para eliminar los costos de transacción? Es evidente que las fuerzas centrípetas juegan un papel importante para mantener la independencia de los productores individuales de las cooperativas como dueños de sus decisiones de producción, lejos de un órgano central que tome decisiones sin aportar valor a los procesos de decisión altamente idiosincrásicos, a veces intuitivos, de la producción.
Ostrom menciona otras variables estructurales que también apoyan el concepto cooperativo. Es probable que los miembros de la cooperativa tengan comunicaciones cara a cara no solo debido a los vínculos creados por la propia cooperativa, sino también porque su actividad económica se desarrolla en una región relativamente pequeña. Asimismo, pueden compartir experiencias debido a su membresía cooperativa, pero de una manera más informal, para adquirir conocimientos en prácticas agrícolas o acceso a financiación, o en actividades sociales que congregan a miembros de la comunidad.
El tiempo de existencia de una cooperativa influye de forma significativa en su futuro, ya que genera información sobre acciones pasadas y cómo los miembros se han beneficiado (o no) de ella. Orbell y Dawes (1991) sostienen que los resultados del esfuerzo cooperativo son una función de la identificación de patrones que conducen a resultados positivos. Cuanto más tiempo funcione la cooperativa, más incentivos habrá para que se adhieran nuevos miembros. Por ello, es razonable suponer que las cooperativas con más años de existencia han encontrado patrones de gobernanza y estructura que conducen a resultados exitosos.
Dada la taxonomía de cooperativas agrícolas expuesta por Krivokapic-Skoko (2022), es difícil categorizarlas bajo un solo criterio. Sin embargo, pueden identificarse ciertos elementos que ayuden a realizar esta tarea. El primero es la definición de cooperativa que propone Le Vay: ‘asociación de personas (individuales o instituciones) que trabajan juntas para lograr ciertos objetivos comerciales’.
A partir de esta taxonomía, sugerimos que, entre las razones principales por las que podrían crearse cooperativas agrícolas en el Perú, está la falta de poder de mercado de los productores individuales, la limitada existencia de instalaciones de procesamiento y almacenamiento, la alta incertidumbre y la necesidad de mejorar los servicios de mercado, reducir costos de transacción, centralizar la data, disminuir los riesgos, acceder a mercados de valor agregado y aprovechar las economías de escala y alcance.
Las cooperativas están presentes en muchos sectores de la economía, pero parecen ser dominantes en la agricultura. Así lo demuestra la participación de mercado de las cooperativas agrarias en los Países Bajos (83 %), Finlandia (79 %) e Italia (55 %) (Hendrikse, 2004). Además, en el sector holandés de frutas y hortalizas, el 60 % de la producción registrada en el 2003 se vendió mediante subastas cooperativas o cooperativas de comercialización (Bijman, 2003).
El modelo cooperativo parece adaptarse mejor a la producción de frutas y hortalizas porque, a través de la acción colectiva, los miembros ganan poder de negociación y mejoran los procesos de producción y venta, según Krivokapic-Skoko. Las cooperativas también se forman como una decisión estratégica en respuesta a la liberalización del mercado, la globalización, el cambio de las preferencias de los consumidores y una mayor competencia, según Bijman (2014). Junto con Hendrikse (2003), sostienen que la formación de cooperativas es una respuesta estratégica al poder de mercado, la información incompleta y asimétrica, los costos de transacción relacionados con la inversión y la necesidad de integración vertical.
En esa línea, las cooperativas peruanas podrían mejorar la posición comercial de las pequeñas explotaciones familiares mediante economías de escala en el procesamiento y la comercialización de sus productos. Así, ganarían una posición competitiva que, de otro modo, no podrían alcanzar. A su vez, la información incompleta y asimétrica lleva a la acción colectiva frente a los proveedores de insumos, hasta el punto de que algunas cooperativas posean unidades de negocio dedicadas a comprar agroquímicos y otros insumos para reducir las asimetrías de información y obtener productos de alta calidad a precios mayoristas.
Según la Confederación General de Cooperativas Agrícolas (Cogeca), una actividad esencial para las cooperativas alimentarias europeas siempre ha sido la búsqueda de mayores niveles de competitividad en la cadena de valor alimentaria a través del crecimiento empresarial, las alianzas empresariales y la potenciación de sinergias para mantener costos competitivos. En ese contexto, la internacionalización es fundamental para que las grandes empresas del sector mantengan su poder de mercado, reduzcan costos, encuentren nuevas oportunidades y diversifiquen los riesgos mediante la distribución de actividades en distintas áreas para acceder al capital, según Juliá-Igual (2012).
Los costos de transacción relacionados con la inversión en la producción de frutas llevan a los pequeños productores a tomar medidas colectivas para viabilizar estas inversiones. Un pequeño agricultor, o incluso un pequeño grupo de ellos, no tienen la capacidad financiera para comprar costosa maquinaria de procesamiento de alta capacidad y tecnología de última generación o para alquilar grandes instalaciones donde recibir, procesar y almacenar productos frescos.
Bonus (1986) expone la necesidad de integración de los pequeños agricultores en su ejemplo de producción lechera, que puede extrapolarse con facilidad a las cooperativas de frutas. Sin instalaciones de procesamiento y almacenamiento, ni capacidades de comercialización, producir frutas costosas sería un negocio riesgoso. Lo mismo aplica a la construcción de grandes plantas de procesamiento y almacenes, con cuasi rentas muy altas, sin garantía a largo plazo de que las frutas siempre tendrán un lugar en dicha línea de procesamiento.
La cooperativa combina estos dos negocios e internaliza los riesgos para fomentar la entrega y las operaciones a gran escala. Sexton (1986) sostiene que un incentivo importante para que los agricultores se integren bajo este sistema, en particular en el sector de frutas y hortalizas, es internalizar los costos, en comparación con una situación en que los agricultores realizan transacciones de forma independiente en el mercado. La razón particular es la especificidad de los activos o los costos hundidos de los productos altamente perecederos.
Los agricultores podrían estar expuestos a situaciones de demora por parte de intermediarios o procesadores oportunistas, sin vínculos con los productores individuales, más allá de las transacciones para el suministro de productos frescos. Ello afecta a los productores de frutas de manera más perniciosa que a los productores de cereales, por ejemplo. Los productos de estos agricultores son altamente perecederos y deben procesarse casi de inmediato, tras la cosecha. Además, sus plantaciones semiperennes tardan unos años en generar beneficios económicos y reducir su vida útil para cambiar a un cultivo distinto es muy improbable.
Otra razón expuesta por Sexton y aplicable al aspecto comercial de la producción de frutas es el poder de monopsonio que los procesadores de productos frescos pueden ejercer sobre los agricultores no integrados. Las explotaciones familiares normalmente son tomadoras de precios con opciones muy limitadas para negociar términos convenientes, a menos que se integren horizontalmente con otros productores.
Las cooperativas jóvenes pueden usar la integración horizontal como primer paso para una posterior integración vertical como medio, a fin de evitar el poder monopólico y ampliar sus mercados más allá del ámbito regional o nacional. Las cooperativas de productores podrían beneficiarse aún más mediante la integración vertical para reducir costos y ganar economías de escala y capacidades en la comercialización internacional.
El mencionado ajuste de los productores de frutas y hortalizas al modelo cooperativo se refuerza al observar la rentabilidad del sector, en particular para las pequeñas empresas. Juliá-Igual explica que el sector agroalimentario de la Unión Europea (UE) representa el 13.4 % del volumen total de negocios y el 13.5 % del empleo, lo que lo convierte en el mayor sector manufacturero de la UE. Sin embargo, las empresas de este segmento, incluidas las cooperativas alimentarias, suelen mostrar un bajo nivel de productividad laboral, frente a la media de la industria manufacturera.
Esta brecha se amplía cuando se consideran las pequeñas y medianas empresas (pymes), que tienen menos empleados con educación superior o gastan menos recursos en innovación, en comparación con la media de otros sectores. Por lo tanto, los agricultores o las pequeñas cooperativas pueden tener la motivación de asociarse en organizaciones más grandes e integradas para superar sus limitaciones de educación e innovación.
Junto con otros factores, la volatilidad de los precios y el aumento de los costos de producción agrícola causan la disminución de los ingresos y condiciones financieras insostenibles para los agricultores. Ello genera que varias pymes del sector alimentario sean muy susceptibles, sobre todo si dependen de un solo operador agrícola. Una forma de mitigar esta susceptibilidad es optar por el modelo cooperativo.
Según la teoría de los costos de transacción planteada por Nilsson (2001), las empresas cooperativas se financian bajo el supuesto de que los miembros realizan esfuerzos conjuntos para integrarse, pues cada uno es demasiado pequeño o débil para realizar tareas por sí solo. Sin embargo, juntos pueden mitigar las consecuencias económicas de posibles fallas del mercado.
En el sector agrícola, los agricultores son vulnerables al mercado, pues tienen que invertir mucho en medios de producción. Debido a la incertidumbre en el proceso de producción, las dificultades para anticipar la calidad y cantidad de las cosechas, y otras formas de asimetría de la información, poseer la empresa en etapas posteriores del procesamiento reduce los costos de transacción.
Nilson considera que la formación de cooperativas constituye una solución viable para abordar estos problemas. También afirma que un estímulo a la cooperativización puede ejercerse mediante la subvención de las tasas de interés y la reducción de los impuestos, como un intento de contrarrestar las normas y los requisitos gubernamentales impuestos a las cooperativas en relación con su naturaleza social (si dichas normas existieran).
Si consideramos las perspectivas económica y medioambiental, otra razón para el auge de la producción cooperativa es la triple naturaleza de la sostenibilidad (medioambiental, social y económica). Saitone y Sexton sostienen que muchas medidas concebidas para proteger el medioambiente han fracasado porque no hubo suficiente reflexión para analizar los problemas y evaluar las consecuencias de las eventuales soluciones.
Por ejemplo, si un exceso de nitrógeno daña el medioambiente, una solución razonable para una agroempresa que practica el lavado de imagen sería reducir la aplicación de fertilizantes con alto contenido de nitrógeno. Sin embargo, ello implicaría tierras menos productivas y, en consecuencia, la necesidad de ampliar la frontera agrícola para compensar la pérdida de productividad, lo que tendría un impacto medioambiental negativo.
Las cooperativas deben tener un enfoque práctico y sensato para ganar eficiencia en la adquisición colectiva de agroquímicos eficaces y de alta calidad que ayuden a reducir su huella medioambiental en suelos y aguas. Por tanto, la certificación puede ser una forma de avalar la calidad de la producción y la idoneidad de los métodos para ganar el reconocimiento de los comerciantes y consumidores.
En conclusión, el cooperativismo bien entendido y ejecutado aporta al mejoramiento de las condiciones de producción y comercialización de muchos agricultores peruanos. No obstante, al tratarse de una estructura organizacional compleja, es clave entender su racionalidad, sus características estructurales y los fundamentos de su sistema de gobernanza. ¿Has trabajado con agricultores agrupados bajo este sistema? Cuéntanos tu experiencia.
Referencias
El cooperativismo bien entendido y ejecutado aporta al mejoramiento de las condiciones de producción y comercialización de muchos agricultores peruanos.
Master of Science en Economía Agrícola por la Humboldt Universität zu Berlin (Alemania) y Master en Administración de Negocios por la University of Liverpool (Gran Bretaña). Bachiller en Economía por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Profundo conocimiento en el desarrollo de soluciones complejas a lo largo de la cadena de valor agrícola. Amplia experiencia en desarrollo de negocios y manejo de cuentas a nivel local, regional y global. Sólidos conocimientos en el desarrollo de protocolos y estandarización de procesos operativos. Perfil internacional y experiencia multicultural habiendo desarrollado actividades profesionales en más de 50 países. Se ha desempeñado como colaborador en el Departamento de Economía Agraria Cuantitativa de la Humboldt Universität zu Berlin (Alemania), elaborando material didáctico e implementando tutorías en los campos de la econometría y las matemáticas. Actualmente es consultor independiente en temas vinculados a la gestión de riesgos agrícolas.
Las grandes empresas agrícolas, así como los pequeños agricultores, suelen afrontar muchos riesgos que casi siempre van más allá de su control. Por ello, no solo es importante conocer cada tipo de riesgo posible, sino también las opciones disponibles para mitigarlos.
Una gestión eficiente de los riesgos en las empresas agrícolas implica tomar medidas previas y posteriores a cualquier evento que pueda afectar los cultivos, además de contar con un seguro adecuado.