El enfoque de la administración estratégica surge a mediados de la década de los años setenta, basado en el siguiente principio: el diseño general de una organización se puede describir únicamente si al logro de los objetivos se agregan las políticas y la estrategia como uno de los factores claves en el proceso de la administración estratégica (Hofer y Schendel).
La administración estratégica implica no solamente proponer intenciones de mediano y largo plazo, sino también establecer objetivos medibles y alcanzables, así como medidas concretas para afrontar el "día a día" mediante acciones específicas con el debido conocimiento de las necesidades de los recursos humanos, físicos, financieros y tecnológicos para realizar dichas acciones.
Dicho de otro modo, los objetivos definidos deben ser coherentes o corresponder con las estrategias que serán las herramientas y medios por medio de los cuales se realizarán.
A los factores y recursos mencionados, que tienen un carácter más interno, se deben añadir factores de índole externo: los competidores, los proveedores y el entorno económico y político.
Los distintos componentes de la empresa, cada área o departamento, deben cumplir determinadas funciones para que la organización pueda marchar. Y para cumplir dichas funciones es preciso contar con metas y objetivos, los cuales deben estar sincronizados de tal modo que se pueda lograr un rendimiento y efectividad suficientes como para obtener los resultados esperados.
Aquí entra el concepto de alineamiento empresarial: es preciso que exista una perfecta alineación entre cada uno de los objetivos, así como entre estos y las estrategias y los planes de la empresa.
Todo lo contrario al alineamiento estratégico es lo que suele ocurrir en muchas empresas: se fijan las directrices sin ningún estudio previo, haciéndolo todo intuitivamente; no se investiga el medio, ni la situación de la empresa; tampoco hay planeación y, sin un camino claro, tampoco hay estrategias a seguir; cada quien hace lo que considera correcto; no hay una evaluación objetiva de lo que ese hace y, por ende, no se mide lo que se hace y "lo que no se mide no se puede corregir". Una organización así está condenada al fracaso.
Para lograr el alineamiento, el planeamiento estratégico es una condición necesaria pero no suficiente. Es preciso contar con un plan estratégico porque este constituye una herramienta fundamental para que las organizaciones piensen no solamente en la ejecución de sus tareas diarias en forma eficiente sino que deben pensar en las labores que han de desarrollar para lograr que la organización sea competitiva y se desenvuelva exitosamente en el mercado durante los próximos cinco años.
Con ese fin la alta dirección debe organizar jornadas de planificación estratégica todos los años, revisar en ellas el cumplimiento de las metas trazadas como conjunto y por las diferentes áreas para hacer los replanteamientos que sea necesario realizar en función de los cambios en el entorno.
Suele suceder que cuando las organizaciones no llegan a cumplir los objetivos es porque no hubo el alineamiento estratégico requerido para la ejecución del plan. Para que el alineamiento estratégico ocurra será necesario que los líderes de la organización transmitan su visión estratégica a todo el equipo ejecutivo, comprometiéndolo con la ejecución del plan estratégico y con el logro de las metas trazadas.
Adicionalmente, los colaboradores deben tener claridad acerca de su rol estratégico, con un conocimiento cabal de sus funciones, siendo conscientes de que estas impactan en el logro de los objetivos de la organización.
FUENTES CONSULTADAS:
Artículo "Introducción a la administración estratégica", publicado por el portal Gestiópolis.
Artículo "La importancia del alineamiento estratégico", publicado por el portal.
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